miércoles, abril 26, 2006

Yo IVA a leer...

Desde que el hombre plasmó sus ideas e historias en pergaminos, papiros y tabletas de arcilla, el resto de sus congéneres se ha ilustrado con sus conocimientos y han logrado entregar, generación a generación, un legado propio y adquirido con el cual todos contamos para vivir en la sociedad de nuestros padres.

Así, aunque el mensaje y la idea no han cambiado desde la invención de la escritura, la forma ha variado infinitamente. Así, desde los medios escritos a los audiovisuales tenemos tal cantidad de opciones que no siempre sabemos por cual optar al momento de dar a conocer una idea. De todos ellos, el libro es el que siempre ha sido más cercano al aprendizaje, a la imaginación y a la intimidad. Porque el libro lo lee uno solito (excepto casos especiales); porque lo que uno lee se lo imagina de cierta forma que para otro puede ser completamente distinta; porque para incentivar la lectura a uno lo obligan en el colegio a leer lo que no quiere.

Soy uno de esos ratones de biblioteca que les gusta leer de todo y que no escatima en cuantas páginas serán sino en la calidad del contenido. Por eso es que esta crónica tiene este título. Porque muchos amamos leer, nos gusta recibir ese encantamiento que logran sólo algunos o simplemente aprender cosas nuevas. Y este hábito, que según las encuestas es tan inusual en el chileno promedio, es además carísimo. Claro, porque al igual que con la música, las editoriales inflan los precios, pero las librerías los duplican o triplican. Así uno termina pagando casi 4 veces el valor real del libro y el autor no tiene idea de la cantidad de plata que no recibe. Además súmenle a esto el IVA. Chile es el único país que tiene 19% de recargo en el precio de los libros. Por aprender, por educarnos, por divertirnos o sólo pasar el rato, pagamos casi la quinta parte demás por cada tomo leído. Y es preocupante, porque en la mayoría de los países no existen los impuestos para los libros; porque es con nuestro futuro, con nuestra cultura (base de cada sociedad) con la que se está lucrando.

Y este es un punto en el que me quiero detener. Porque se dice que el chileno no lee. Que yo sepa, la industria pirata del libro está viento en popa y para que ello ocurra se necesitan lectores. Entonces, si el chileno no lee, ¿a dónde van a parar los libros pirata? ¿y los libros usados?. Es hora que nos saquemos la venda y pidamos lo que es justo: el que quiera aprender que lo haga al costo, no con recargos; ya suficiente nos estrujan con impuestos sobre todo lo demás.

Si no, nos arriesgamos a que las próximas generaciones aprendan con historias de Chile donde el libertador se llame “Ojiguins”.