domingo, marzo 11, 2007

El mes del horror

Un mes. Ese fue el plazo que me dí para hablar sobre Transantiago. Esperé pacientemente desde el 10 de febrero, mientras en su primera semana todo el mundo lo atacaba; enmudecí mientras las personas se agolpaban en los paraderos a esperar micros que jamás pasaron; ni siquiera musité alguna palabra cuando echaron a personas de sus trabajos por llegar tarde o cuando los validadores les robaban la plata a esa pobre gente. ¿Por qué? Porque no quiero pecar de chileno mal agradecido. Siempre somos los primeros en desprestigiar todo, reclamar por todo y no hacemos nada para mejorar, esperamos que las cosas sucedan.

Bueno, como no quiero ser ese tipo de gente, esperé un mes, un plazo razonable, para analizar a nuestro vilipendiado nuevo sistema de transporte urbano. Este sistema, basado en un armado de sistemas indonesio y colombiano, fue la mezcla de ideas y proyectos de superación a un sistema caótico. Sí, aceptémoslo. Aunque tengamos algún recuerdo vago de buena época respecto a las micros amarillas, debemos admitir que no eran un buen sistema, que atochaban las calles, las micros parecían camiones y que el servicio parecía sacado de otro planeta. (uno muy rasca, por cierto)

En esta vorágine de cambios que se produjeron a la llegada de este sistema, nadie notó las falencias que tenía: baja cantidad de recorridos para suplir los que anteriormente cubrían la ciudad; pasaron la licitación capitales colombianos y varios de los mismos usureros y tramposos empresarios chilenos que habían lucrado a costa del sistema anterior; la tardanza en la aplicación del sistema; problemas en el software validador; problemas con las entidades bancarias; pocas micros para suplir la demanda; un metro con más líneas y carros que nunca esperó la marea humana que se le venía encima; unas mujeres que jamás pensaron que en el metro serían acosadas como perras en celo.

¿Porqué me da rabia? Porque como siempre, las cosas en Chile se hacen a medias. Así jamás podremos reclamar contra las bestias de empresarios que controlan el país, si nuestro gobierno usa la misma ley del embudo y mira con lentes prestados para no gastar de más.

El proyecto original era basado en Brasil y ocuparía a una empresa francesa que tenía el trazado completo de todo Santiago para lograr el objetivo. Ponían máquinas de última generación, capacitaban a los choferes y no subirían el pasaje en un principio. Extrañamente no se les llamó a la licitación final y no se les permitió competir con los buitres que ganaron. El software del sistema iba a ser diseñado por una empresa mexicana que junto a Sonda lo implementarían (probado en varios países sin problemas); bueno, para ahorrar costos, dejaron hasta la mitad el desarrollo y dijeron “nosotros lo terminamos, sale más barato”, lo que resultó en un ladrón computarizado e inútil. Las micros serían de última generación, donde los chilenos “viajarían cómodos”; a cambio llegaron una flota de micros chinas, con frenos de camión que al intentar detenerse pueden dejar un pasajero pegado al parabrisas de por vida, con espacios ocupados por cajas que contienen no sabemos qué cosas y con asientos tan altos que tengo que saltar para subirme a ellos.

La gente reclama con justa razón: se levantaron temprano, llevaron el puto mapa que es más grande que uno para entender por donde chucha se va uno para llegar a donde a ido por años, compraron la famosa BIP! para pagar el bendito bus... pero nunca llegó. No sólo porque los buses no estaban, sino porque el sistema no estaba listo, nosotros no lo sabíamos y como siempre tuvimos que agachar el moño.

¿Por qué no me extraña? Porque Chile tiene la tradición de hacerlo todo a medias, de sentirse orgulloso de ser terceros, de disfrutar una derrota con Brasil, de apoyar los logros de otros países como si fueran nuestros cuando esos países ni siquiera nos conocen, de imitar a otros en vez de ser auténticos, de empezar y jamás terminar, de buscar logros ridículos como el chaleco más grande del mundo o el completo más largo, cuando existen miles de familiar en nuestro territorio que no tienen abrigo ni comida.

¿Y aún así reclaman porque no funcionó Transantiago? En el fondo todos sabíamos que también sería un logro a medias.