viernes, julio 31, 2009

Girly style

No sé si seré yo o es el sistema económico en el que vivimos, pero la publicidad me hartó hace bastante rato. Y es que no sólo tenemos que soportar el tener comerciales en la TV y la radio, sino también en los mails con los malditos SPAM; en internet con los popups que salen por todas partes, nos gritan que compremos, nos muestran videos y audios y nunca encontramos la puta “x” para cerrarlos; en los autos, las micros, las boletas de compra de las grandes tiendas, revistas, poleras, zapatillas, pañuelos, en las bolsas y todo aquello que tenga un espacio lo suficientemente grande para meter el logo o el nombre de lo que se quiere publicitar. Y aunque es algo con lo que hemos vivido toda nuestra existencia, me sobrepasa y me siento atacado. Es tanto que ahora mi amor electrónico es el DBOX, porque puedo pasar todos los comerciales con FFW. El problema es que durante la programación también meten las putas huinchitas de “siente la suavidad de…” o “todo mejora con…” ¡¡¡¡AAAAAAAAAHHHHHHHHHH!!!!!!

Bueno, mi mayor reclamo contra la publicidad en general es que nos están matando el amor idealista. Sí, porque cuando uno mira a una mujer y se siente atraído por ella, la ve perfecta, hermosa, única, irrepetible y sin mácula. El problema surge cuando a continuación ves un comercial en que una mujer dice que no puede ir al baño hace como dos meses y que le dieron fibra, la amiga y la mamá le dicen que todas están trancadas y que con el yogurt se les arregló todo, si parecen guaguas cagando todo el día. Entonces nuestra imagen de perfección se nos va al carajo. O cuando nos quieren convencer que todas se tiñen, como si el pelito hermoso que Dios les dio no fuese jamás el que ellas querían para su cuerpo. O cuando parece que todas fueran monos, si hay el triple de comerciales sobre productos para depilar frente a los de afeitar para hombres. Les encanta destruir todo el idealismo del amor puro hacia las féminas con un “¿preocupada por dejar alguna marca? ¡no con la nueva toalla higiénica!”  ¡Ay! ¡por favor, se los ruego! todos sabemos que las mujeres son seres humanos que sudan, comen, defecan y hacen todo lo que su cuerpo demanda. Pero, ¿por qué mierda nos bombardean con tanta información? ¿Acaso no ven que el idealismo se va a las pailas y ahora en vez de consolar a la mina que tiene dolor de ovarios sólo vemos un tampón con piernas o a un grupo de minas que le miran el pantalón a ver si se le pasó la toalla?

Por favor, señores publicistas, devuélvannos el amor idealista, ese de la mujer en el balcón de su casa que mira la luna queriendo alcanzarla con sus manos, sin que nos demos cuenta de si sus axilas necesitan el nuevo desodorante con brillo porque son más oscuras de lo normal.

jueves, julio 02, 2009

Víctor, el cesante

Cuando Chile se había abierto hacía sólo unos años a la democracia, momento en que las arcas de instituciones como Codelco eran vaciadas hacia cuentas en Suiza y cuando el grunge gemía sus últimos estertores antes de morir irremediablemente a manos de la música bailable y las Boybands, Víctor encontró una mina de oro.

Sí, Víctor Gutiérrez, el rechonchito periodista que no había logrado gran reconocimiento nacional hasta ese entonces, supo que el padre de Jordi, uno de los niños que vivían con Michael Jackson en su casa de Neverland, había demandado al rey del pop por abusos sexuales contra su hijo.

El caso se convirtió en la bandera de batalla de las agrupaciones contra la pedofilia, se le criticó al cada vez más blanco ídolo musical que quisiera vivir como niño entre niños, se hablo del maltrato psicológico que esos pequeños tendrían y la perfidia que sufrieron por culpa del cantante de casi 40 años, al abusar de ellos e intimidarlos con su dinero y poder.

Así, Víctor viajó a USA y se colocó a las órdenes de la verdad completa y dura, buscando los testimonios de todos aquellos que se vieron involucrados excepto, claro está, de Michael Jackson. Y escribió un libro al respecto, detallando los escabrosos detalles, las tocaciones, el cómo los embriagaba y un cuanto hay de intimidades que el padre de Jordi y algunos cercanos le contaron con lujo de detalle. Y Víctor, diligente, anotó todo en su libretita de Clark Kent.

Cuando Jackson decidió que no iría a juicio, porque eso le destruiría su imagen, el padre de Jordi aceptó un arreglo extra-judicial por 22 millones de dólares. Y Víctor comprendió la horrible verdad: Jackson era culpable de todo. Claro, había pagado por el silencio de estos inocentes que prefirieron el dinero a ver su vida llena de cámaras y a la inseguridad frente a lo que podría llegar a hacer en un juicio el malévolo y plomo cantante.

Cada año que pasó, Víctor dio entrevistas a canales nacionales y extranjeros y siguió publicando. Jackson supo de ésto y se cansó; durante 1997 realizó la demanda en su contra y el jurado apoyó al artista, obligando a Gutiérrez a pagar 2,7 millones de dólares, los que debía entregar en un plazo máximo de 10 años. Víctor fue cauto, se calló un par de meses, pero volvió a la carga hasta el día de hoy, destruyendo la imagen de Jackson, buscando desentrañar lo más oscuro del cantante y por sobretodo vender, vender y vender. Y por supuesto, no pagó un sólo dólar.

Así fue como Víctor se encontró con la muerte de Jacko. El rey del pop había muerto en su casa, después de las arduas jornadas de ensayo para sus 50 shows de regreso en Londres. Y claro, lo invitaron a Primer Plano, el estelar de CHV. Y el regordete periodista se sentó con su parsimonia y acidez habitual a criticar al fiambre sin importar que aún no se sabía la causa de su muerte o qué iba a pasar con sus hijos. No, Víctor, saboreaba su momento; sacó de debajo de la manga una carta nueva: un video que sólo se podía exhibir durante ese programa, ya que era un documental inglés y los derechos eran por esa noche y nada más. Las imágenes mostraban a Jackson feliz, jugando con un grupo de niños que lo empujaban a la piscina, que se escondían entre los árboles, un Jacko radiante, como pocas veces lo hemos visto en sus apariciones públicas. Jackson jugaba y reía, y los niños también. Pero Víctor nos abría los ojos, apuntaba al negro-blanco diciendo que estas actitudes eran las de un pederasta, que esos niños no sabían lo que les pasaría, que era propio de un enfermo estar feliz sólo con niños. Víctor se sobó las manos por última vez y sonrió mientras sentenciaba: ""Es un alivio para los niños que iban a venir, los del coro que él estaba pidiendo, niños de dos razas. Yo sabía que iba a haber problemas otra vez, y también por el hijo mayor, que era un niño en riesgo que no iba al colegio, que no tenía acceso a jugar con otros niños, no tenía derecho a amigos, no tenía derecho a estar en lugares públicos, entonces siempre lo vimos como un riesgo" y terminó diciendo "Aquí los que descansan son los niños".

Bueno, ayer todos supieron la verdad. Jordi, quien no lleva aquel nombre ya que se lo cambió para cuidar su persona de los ataques e insultos que le proferían los fanáticos de Jackson, dio un comunicado. Su conciencia, ese Pepe Grillo que pocos tenemos sobre el hombro, le hizo hablar. Y lo que dijo dejó a todo el mundo molesto, enojado y con una sensación de desazón muy grande. Jordi se desdijo de cada una de las acusaciones que había formulado contra el cantante. Nunca en su vida se sintió atacado, Michael no le tocó un pelo, no hubo abusos ni pedofilia. Jordi dijo que todo había sido una idea de su padre para sacarle dinero al artista de la piel albina. La conciencia, esa cosa que nos molesta tanto, estaba dando un último adiós a Jackson, lavando su imagen de toda la mierda que se le lanzó por años.

Y Víctor enmudeció. No ha vuelto a aparecer. No ha hablado en ninguna radio, los canales no lo han ubicado. Parece que la tierra nos hizo un favor y se lo tragó. Tal vez la vida es justa después de todo, porque cuando Víctor pensó que podría hacer aún más negocio, que sus declaraciones marcarían la pauta en las futuras biografías del cantante, en que su libro se volvería a editar y en que sería la voz cantante de la causa contra los artistas que se creen dioses, llegó la declaración de Jordi que tiró todo por tierra.

Ahora me lo imagino solo, en una habitación de su casa, sentado sobre la pila de libros que nunca va a poder vender.