jueves, julio 18, 2013

Recuerdos morosos

A veces me pongo en situaciones que normalmente no son de mi agrado o simplemente tengo visiones de cosas que alguna vez dije que no me pasarían y finalmente me terminan pasando. Y es posible que como a muchos de ustedes les pase, me termino sorprendiendo de vivir o hacer lo que alguna vez critiqué y apunté con mi dedo acusador. La vida tiene más vueltas que montaña rusa gringa, está más que claro.  Repasando los últimos sucesos de mi vida que me han tenido en ciertos momentos la deriva y en otros ilusionado de futuros prometedores... me puse a escuchar unas radios online, que dejarían de lado mis preocupaciones y me harían disfrutar de un relajo entre tanto avatar que circula por los lares de mi vida. En una de esas gringas que nadie conoce me quedé un rato... el suficiente para sentir que debía cambiarla. Es que cuando te pones a escuchar las canciones de cuando eras niño y adolescente te hacen recordar mucho, tal vez demasiado... vuelves a vivir esas sensaciones que dejaste guardadas en el fondo del cajón de tus recuerdos, esas que siempre te llevaban a la melancolía.
Debo decir que desde niño debo haber sufrido algún tipo de depresión... no era posible que un niño fuera tan existencialista y analista de su entorno mientras a la vez miraba melancólico las hojas de los árboles caer en otoño, odiando el invierno porque le traía el deseo de no despertar más... quien sabe si con un buen tratamiento ahora sería un super espectacular empresario de la bohemia capitalina o un médico de primera línea.... pero aquí estoy, sacando siempre de la manga creaciones artísticas, haciendo música, escribiendo o simplemente opinando...
Los recuerdos de la niñez pueden ser a veces demasiado melancólicos y lejanos... pero una sola nota, una frase, una tonada las revelan como recién vividas, sin ninguna posibilidad de reprimirlas. Ese poder que tienen las canciones siempre me ha parecido completamente mágico, poderoso y hasta peligroso. Es mucho lo que puede evocar una melodía, mucho lo que conlleva el momento en que fue escuchada, con quién, en que etapa de decisiones o simplemente por el olor de la comida que ese día estabas consumiendo. Así es como Carol King puede recordarme a mi casa de cuando tenía 10 años, en invierno, mirando una película añeja mientras escribía mis historietas... o Miguel Bosé me hace recordar el olor a cera del parquet de mi casa en La Cisterna, cuando vivíamos solos con mi mamá y mi hermano... o Pearl Jam me recuerda esas salidas a hurtadillas del colegio para tomar una cerveza detrás del seminario con mis amigos y enemigos... a la hora de hacer algo malo todos nos acompañábamos. Natking Cole llenando promesas que nunca se cumplieron, mis primeras canciones con las risas de amistades perdidas y otras que están a fuego marcadas hasta el día de hoy... un Coldplay que simplemente me hace recordar ojos ajenos y perdidos o unos Strokes que me recuerdan la locura tierna y desfachatada de alguna amiga... La música tiene esa fuerza, ese poder, esa capacidad de hacerte caer en un momento, en un estado, en una imagen que aunque no veas ni recuerdes siempre, está ahí, en tu inconsciente, esperando que vuelvas a revisarla, como un libro viejo que guarda polvo en un librero, sediento de una mirada nueva y desconocida para quien sus páginas sean una sorpresa.
Lo extraño es que aunque sean los mismos recuerdos, las imágenes cambian... puede ser que la vida nos da una perspectiva distinta cada vez que las revisitamos. Quien sabe que pensaré de mi y de mi vida en 30 años más... quien sabe que haré y diré por las elecciones y pasos que he dado. Cada uno de esos pasos serán la huella que pavimentará mi destino... quien sabe donde me llevarán mis pasos... y que música escucharé mientras camino.

Espero que alguna de esas canciones sea mía.