domingo, mayo 14, 2006

La amistad Poxipol

Desde que tengo razón he tenido algún amigo cerca. Pueden ser primos, compañeros de curso, amigos de carrete o simplemente conocidos. Pero siempre están ahí. Porque aunque uno no quiera, la sociedad nos hace crear lazos con otras personas mediante las cuales manejamos nuestros anhelos, miedos, pero sobretodo la complicidad. La amistad es eso, la complicidad entre dos personas que no son familia y que, por lo tanto, se eligen mutuamente para pasar el rato, apoyarse y ser compañeros en el camino de la vida.

Pero en este caminar conjunto en que vemos pasar los buenos y malos ratos y en que siempre la amistad juega un rol muy importante para nuestro desarrollo emocional, es cuando debemos definir los tipos de amistades y cómo ellas influyen en nosotros. De todas éstas, la que inspira mis líneas es la que denomino “poxipol”.

La amistad poxipol es aquella en que, haga uno lo que haga, siempre el amigo se pegotea. Es ese amigo que parece ya parte de uno, el que llega temprano a desayunar y es posible que prefiera dormir en tu casa antes de irse a la suya. Y claro, no sólo se pegotea a una fiesta, un carrete casero o simplemente el ver un partido en casa; por el contrario, se arrima a matrimonios, bautizos, postura de argollas, carrera, colegio, visitas a los padres, paseos de fin de año, fiesta de la empresa y hasta en las vacaciones. Y el problema es que estos amigos son de los que uno se siente mal cuando tiene que echarlos. Es que pareciera que en su mente no cabe la situación de que podrían incomodarnos con su presencia obligada cada vez que vienen. No. Ellos creen que mientras más es mejor y llegan hasta el punto en que queremos pegarles un tiro o pegarnos uno nosotros.

La mayor parte de las veces uno trata de entender cual es la razón de que se peguen tanto a uno. Porque tampoco es que seamos tan “magnéticos” o generemos una suerte de fanatismo colectivo por nuestra personalidad. Pareciera que somos el último salvavidas del barco para estos pobres diablos y que, por si fuera poco, no quisimos ser salvavidas en un principio; ni siquiera quisimos escuchar cada vez que nos contaron las mismas historias con las mismas personas, las mismas pausas y hasta en el mismo orden... y cuando intentamos excusarnos de estar con ellos, matando a la mitad de la familia antes de tiempo, buscan cualquier modo de llegar a nuestro lado. ¿Que no tienen otra cosa mejor que hacer?

Y es que estos amigos por lo general son sentidos. Si uno les dice algo... ¡uy!. Cuidado con las críticas “constructivas”, para ellos siempre serán las más destructivas e irremediablemente terminaremos pidiendo perdón por siquiera haber pensado que estaban errados. Entonces ¿cómo mierda les decimos que se vayan un ratito a la chucha?

Así que, por favor, no cometamos el mismo error que por generaciones nos ha impedido tener una vida tranquila y una amistad considerada. Cuando alguien se pegotee, por favor: ¡díselo en su cara! (pero si soy yo, déjalo pasar...)