domingo, junio 18, 2006

Cuando el alcohol arranca la moto

Cuando el hombre inventó la máquina, la hizo basada en la mecánica, en movimientos secuenciales que dieran como resultado un proceso o un empuje. Así tuvimos la primera imprenta, la máquina a vapor (y todas las locomotoras del siglo XIX), los aparatos electrónicos y por supuesto las armas y bombas. Como dijo una vez Mafalda, sorprende lo mucho que ha avanzado la técnica de nuestro armamento, pero deprime lo poco que han cambiado las intenciones...

De todos estos avances mecánicos, el automóvil fue uno de esos que revolucionó completamente el transporte. Claro, porque ya el transporte por medio de animales quedaba relegado a sectores rurales y porque el peso, la cantidad o el volumen no serían más un problema: mientras el motor tuviese la resistencia necesaria todo estaría bien.

Ese motor de auto o camión, esa obra de ingeniería que Henry Ford basó en el petróleo y con lo cual ganó fuerza, velocidad y rendimiento. Claro que el espectacular Henry no especuló nunca en que el motor de combustión interna sería uno de los agentes contaminantes más grandes en la historia de la humanidad, y que el petróleo, en todas y cada una de sus formas, se convertiría en la mancha que ensuciaría el ecosistema...

Cuando sus sucesores y los de todos los que se hicieron ricos con el invento del automóvil y la explotación del petróleo vieron que la contaminación se convertía en un problema, decidieron callar. Es más, muchos de los grandes adelantos tecnológicos han sufrido retrasos para llegar a las masas por la influencia de estos dueños del mundo. Claro, porque para ellos, mientras ganen dinero, nada más importa y aunque sus hijos tengan que pagar las consecuencias, ese será problema de ellos. Así, modificaciones energéticas como los autos a gas (menos contaminante), el auto solar o el eléctrico (ambos no contaminan) han sido cargados con precios altísimos y el desarrollo de sus tecnologías ha sido retrasado una y otra vez. De todas maneras, algunos aún sueñan en poder masificar las tecnologías limpias y así evitar que nuestro mundo se convierta en un basurero. Así también vi con gran ilusión el proyecto del auto a presión de aire. Sí, el aire es metido a presión en un tanque (por medio de esas bombas de aire de las bencineras) y con eso se puede andar una distancia de 200 kms a 100 k/h. Impresionante, ¿no?. Claro, pero un auto que anda con aire es obviamente un negocio muerto para nuestros amiguitos del petróleo, porque la gente ya no dependería del combustible y se plantarían más árboles para generar más aire, y... ¡puaj! ¡no hay ningún residuo orgánico incluido! ¿a eso llaman auto? Seguramente para ellos sería la ruina... por eso no salen al mercado.

Bueno, en esto de los combustibles, la gente reclama que el precio del petróleo y la bencina es mucho, que siempre dependemos del extranjero, etc. Paro el problema es que debemos cambiar el combustible. Así, los brasileños se independizaron del mundo al usar alcohol. Sí, la caña de azúcar es procesada para generar alcohol que es tan bueno como la gasolina, es más barato y contamina menos. La mayoría de los autos brasileños es fuelflex, con la tecnología para encender con bencina y luego anda con alcohol, más conocido como etanol.

Pero claro, en Chile la cosa es distinta. Aquí, para evitar los problemas del alza en los combustibles, se da un bono de 18 lucas que nos sirve de papel higiénico, porque no alcanza ni para limpiarse el culo. Entonces, el problema energético se queda, como siempre, en proyectos que jamás verán la luz., al igual que las tabacaleras siguen mandando el país con sus amigas las forestales y las mineras extranjeras que logran obtener los permisos para proyectos contrarios al medio ambiente al estilo Pascua-Lama.

Esperemos que a nuestro gobierno se le prenda la ampolleta de una vez y se decida por un cambio total. Sino, en pocos años, nos veremos con más deudas que ganancias por culpa del petróleo, sin contar con que el cobre no seguirá para siempre en el precio que hoy nos pagan.

domingo, junio 11, 2006

El mundo es una pelota

Los ciclos son algo sucesivo y constate en la historia de la humanidad y es la forma en que todo funciona en el universo. Basta decir que nuestro año es un ciclo, las estaciones y los días también lo son, hasta nuestras vidas, cortas y perecederas para la humanidad son un ciclo basado en etapas, responsabilidades y metas cumplidas.

Cada ciclo es para nosotros una necesidad, una forma de mantenernos vivos. Uno de estos ciclos, uno de los significativos en el área del entretenimiento y la competencia, es el Mundial. Un ciclo que se cumple cada 4 años, para el que todas las selecciones de fútbol del mundo se preparan y compiten, pero del que sólo 32 de ellas son protagonistas. Y es que, aunque muchos renegamos del gusto futbolero cada domingo (el campeonato nacional es una soberana lata), para todos los hombres por igual éste es el momento en que la testosterona fluye por nuestro cuerpo y nuestros ojos se convierten en receptores televisivos de todas y cada una de las transmisiones referentes a la cita cumbre del balompié mundial.

Y claro, es de esperar. Porque aunque no queramos, en este mes se es futbolero sí o sí. La televisión, los diarios, las radios, avisos publicitarios, comida, bebidas, tragos, discos, restoranes y hasta el sermón del cura tienen alusiones mundialeras. Sí, porque si no es l oferta del día del padre con la tele más grande del mundo en que a Ronaldo se le ven los pelos de la mollera como nunca antes, es el equipo de video para el auto, para que puedas ver aunque sea el partido en el taco hacia o desde el trabajo; o por qué no el televisor de 5’’ que cabe en la mano para ver el partido en la oficina; o la cerveza que regala poleras; o las apuestas en la oficina; o la juntación con amigos para ver el partido; o los programas de farándula que buscan al jugador más rico y al más feo; o la modelo, esposa de futbolista, que desfila para el mundial; o el sermón de los críticos de porqué Chile no fue al mundial por enésima vez.

Todos tenemos opiniones y favoritos, todos sabemos quienes están bien, quienes no, cuales no jugarán y hasta el color de camisetas en cada partido. Incluso hasta nos jactamos de las noticias absurdas del mundial, como que los budistas pueden ver el mundial sin gritar o que en el norte de África sólo pueden ver el partido vía satélite y que las casas se afirman entre ellas con las antenas que compraron para ver el mundial.

Y es que es el único momento en que todas nuestras rencillas internas, en que los caudillos partidistas y todas las divisiones que aquejan nuestra realidad nacional quedan a un lado. Es cosa de ver que hasta los secundarios dejaron el paro de lado para ver el mundial...

Bueno, eso es lo que hay que agradecer del fútbol: que a pesar de darnos dolores de cabezas todos los años con sus problemas y con las infaltables derrotas, siempre está esa esperanza de triunfo, esa gloria que, aunque no podamos soñar con ella este mundial, esperamos alcanzar en el próximo; porque de eso se trata, de competir y ganar, de lograr ser los Campeones del Mundo.

domingo, junio 04, 2006

Les enfants de la patrie

De todas las frases que han enmarcado la mayoría de los himnos nacionales del mundo (excepto España, que no tiene letra), ésta es sin duda la que más he recordado en los últimos días. Porque aunque es una de las frases que enarbolan uno de los himnos extranjeros más bellos del mundo, la Marsellesa, es completamente inspiradora de mis letras sobre la actual situación de mi querido Chilito.

Y es que los jóvenes y niños de este país jamás han sido tomados en cuenta para nada en las políticas de estado, excepto por un par de organizaciones o departamentos para niños desamparados o con problemas de salud. Mucho se debe a que los niños y jóvenes no son un espectro necesario a la hora de los votos, algo de demuestra el básico pensamiento de nuestros políticos, cuando son esos mismos niños y jóvenes quienes decidirán el futuro del país. Otra parte de culpa la tenemos los mismos jóvenes, quienes nos hemos quedado al margen de la participación ciudadana por nuestro “no estoy ni ahí” y el no realizar cambios, pero igual criticar a quienes los hacen; una actitud por lo demás muy chilena.

Esta semana la cosa fue distinta. Después de días de amenazas de paro estudiantil de un par de colegios de renombre (Instituto Nacional y Liceo de Aplicación) al gobierno, a través de su ministro, se rió en la cara de estos secundarios que buscaban el pase gratis, la micro liberada de tarifas y la PSU gratis para todos. Y lo que vino después no se lo esperó nadie.

Como un tsunami que no se puede avisar a tiempo, la ola de comunicaciones instantáneas que cayó por la internet a cada hogar de este largo país logró algo nunca antes visto: 600.000 jóvenes movilizados y en toma en la mayoría de los colegios de Chile. Y por supuesto, las exigencias no sólo se limitaron a las sabidas rebajas arancelarias en pasajes y PSU, sino que pasaron a ser la propuesta de un cambio mayor, una cirugía a tajo abierto a la educación completa, al criticar la LOCE o “Ley Orgánica Constitucional para la Educación”. Esta ley es la que, entre otras cosas, fija los niveles mínimos para la enseñanza de básica y media, la gratuidad de la educación en este nivel por parte del estado, la responsabilidad de padres y el mismo estado en la educación, la libertad de contenidos, las universidades, etc. Y por supuesto se criticó también la jornada encolar completa, esa que muchos no alcanzamos a sufrir y que significó que miles llegaran a las 21:00 hrs a sus casa luego del liceo porque sus hogares quedan a mucha distancia, o que ya no les quede tiempo para hacer bien las tareas.

Y fue entonces cuando el gobierno sintió escalofríos. Porque cuando ya se lleva 16 años en el gobierno, no le puedes achacar los problemas actuales al dictador anterior. Si,porque estos problemas son democráticos, son problemas que no significaron nada en ninguna agenda de gobierno, problemas que realmente a nadie le importaron. Claro, porque no era importante que los alumnos no tuviesen establecimientos dignos, ni comedores en buen estado y espacioso, ni tuviesen que comer por turnos; o que los baños jamás estuviesen en condiciones humanas para ser usados; o que los profesores no tuviesen la calidad contenidos necesaria para rellenar las horas nuevas que se sumaron; o que los alumnos sufrieran de fatiga mental y se estresaran a tan temprana edad, cuando tendrán toda una vida para hacerlo. Y es que, como pasa en todas partes, los problemas sólo se arreglan cuando estallan en la cara. El gobierno tuvo miedo. Sintió remecer sus cimientos cuando los profesores, esos traidores que exigen un sueldo decente, se volvían a sublevar apoyando a sus alumnos; cuando los padres alimentaban a los insurrectos y los apoyaban; cuando los dirigentes resultaron ser más capaces que muchos políticos al mando del país; cuando se dieron cuenta que no trataban con niños, sino con futuros adultos...

Así que tuvo que ser la mujer que dice estar contigo, la Michelita, quien salió a dirimir en el asunto. Calmó los ánimos con medidas a corto plazo y con posibles medidas a largo plazo. Y los secundarios sonrieron felices. Sí, porque gracias a ellos y a los medios de comunicación que cubrieron cada una de las aristas del conflicto, el gobierno tuvo que agachar el moño y aceptar que se había equivocado al tomar tan a la ligera el problema. Y también sonrieron por haber sido el movimiento secundario más grande y efectivo de los últimos 30 años, el que logró un éxito inusitado y planteó un parámetro para las políticas futuras. Porque ya los políticos no podrán hacer la vista gorda y tendrán que generar propuestas que signifiquen avances para este sector, avances para nuestros “infantes de la patria”.