Los ciclos son algo sucesivo y constate en la historia de la humanidad y es la forma en que todo funciona en el universo. Basta decir que nuestro año es un ciclo, las estaciones y los días también lo son, hasta nuestras vidas, cortas y perecederas para la humanidad son un ciclo basado en etapas, responsabilidades y metas cumplidas.
Cada ciclo es para nosotros una necesidad, una forma de mantenernos vivos. Uno de estos ciclos, uno de los significativos en el área del entretenimiento y la competencia, es el Mundial. Un ciclo que se cumple cada 4 años, para el que todas las selecciones de fútbol del mundo se preparan y compiten, pero del que sólo 32 de ellas son protagonistas. Y es que, aunque muchos renegamos del gusto futbolero cada domingo (el campeonato nacional es una soberana lata), para todos los hombres por igual éste es el momento en que la testosterona fluye por nuestro cuerpo y nuestros ojos se convierten en receptores televisivos de todas y cada una de las transmisiones referentes a la cita cumbre del balompié mundial.
Y claro, es de esperar. Porque aunque no queramos, en este mes se es futbolero sí o sí. La televisión, los diarios, las radios, avisos publicitarios, comida, bebidas, tragos, discos, restoranes y hasta el sermón del cura tienen alusiones mundialeras. Sí, porque si no es l oferta del día del padre con la tele más grande del mundo en que a Ronaldo se le ven los pelos de la mollera como nunca antes, es el equipo de video para el auto, para que puedas ver aunque sea el partido en el taco hacia o desde el trabajo; o por qué no el televisor de 5’’ que cabe en la mano para ver el partido en la oficina; o la cerveza que regala poleras; o las apuestas en la oficina; o la juntación con amigos para ver el partido; o los programas de farándula que buscan al jugador más rico y al más feo; o la modelo, esposa de futbolista, que desfila para el mundial; o el sermón de los críticos de porqué Chile no fue al mundial por enésima vez.
Todos tenemos opiniones y favoritos, todos sabemos quienes están bien, quienes no, cuales no jugarán y hasta el color de camisetas en cada partido. Incluso hasta nos jactamos de las noticias absurdas del mundial, como que los budistas pueden ver el mundial sin gritar o que en el norte de África sólo pueden ver el partido vía satélite y que las casas se afirman entre ellas con las antenas que compraron para ver el mundial.
Y es que es el único momento en que todas nuestras rencillas internas, en que los caudillos partidistas y todas las divisiones que aquejan nuestra realidad nacional quedan a un lado. Es cosa de ver que hasta los secundarios dejaron el paro de lado para ver el mundial...
Bueno, eso es lo que hay que agradecer del fútbol: que a pesar de darnos dolores de cabezas todos los años con sus problemas y con las infaltables derrotas, siempre está esa esperanza de triunfo, esa gloria que, aunque no podamos soñar con ella este mundial, esperamos alcanzar en el próximo; porque de eso se trata, de competir y ganar, de lograr ser los Campeones del Mundo.
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