Las largas noches de verano siempre traen muchas cosas nuevas, excitantes, locas e incluso prohibidas. Y es que el calor desinhibe, ayuda a mejorar la confianza y logra que nuestra vida chata envuelta en un invierno oscuro, gris y de pocas palabras se convierta en un soleado encuentro para todos los tipos de personas que forman nuestro país. Esos encuentros sirven para viejos amigos, otros que nunca se han visto y por supuesto para que los famosos tengan un nuevo comienzo en los primeros meses del año. Y si los famosos tienen encuentros, es ahí donde aparece el espécimen humano que inspira estas líneas.
Hay uno de nuestros compatriotas a quien no le puedo tener sino mucho, muchísimo asco. Ese tipo es Víctor Gutiérrez. Ya en otra crónica hablé sobre su falta de tino y su incansable necesidad de atacar al difunto rey del pop en busca de su propia fama, ocupando declaraciones de un joven que años después en forma extraoficial se retractaría y al que su propio padre habría obligado a mentir para sacar provecho de la fortuna de Jackson. Ese mismo hombre ahora está bajo tierra; se quitó la vida a las pocas semanas, aduciendo persecución por parte de los fans de Michael. Yo creo que la culpa y el rechazo de su hijo terminaron por volverlo loco. Por su puesto Víctor jamás se refirió al hecho.
Volviendo al susodicho periodista, me encuentro intentando analizar su trabajo, el cual parece ser de tiempo completo y (según él) muy profesional. Aunque se refugie en sus “fuentes”, su “rigor periodístico” y sus “líneas investigativas”, Víctor es simplemente un zángano. Sí, lisa y llanamente. Porque mientras otros viven para lograr cosas, inventan, crean, actúan componen, bailan, animan shows o simplemente se ven lindos, Víctor con sus lentes de ratón de biblioteca los mira desde fuera, como un ente castigador, omnipotente y justiciero.
No hay famoso que se escape a su garra inquisidora; si el propio Jackson sólo logró un arreglo monetario (el que Gutiérrez orgullosamente dice jamás haber pagado) es difícil que los integrantes de la vilipendiada farándula criolla logren más que una recarga en la BIP!. Víctor es un zorro, sabe cómo hacer las cosas; se acerca sigiloso, buscando una entrevista que le permita destapar a alguien más famoso que el que tiene enfrente. Víctor nunca enfrenta a quienes acusa, eso sería impropio, no le gusta el debate. Lo suyo es la acusación, el dato “duro” usando a quienes tienen menos fama, belleza o intelecto que quien es la real víctima. Y cuando lanza la bomba, el investigador de los cahuines y la basura escondida de los famosos se regodea y se arregla la corbata mientras entra al set de “Primer Plano” para contar sus nuevos descubrimientos.
Ayer fue nuevamente una noche de luces para Víctor. Entró con toda la desfachatez de quien no tiene vergüenza y busca proyección y fama a costa de otros. Con sus papeles anotados como si fuesen los diez mandamientos del periodista de la farándula, se sentó por enésima vez en el set de “Primer Plano” para aceptar los elogios de los tres conductores que gozan con los trapos sucios de cuanto famosillo aparece en las pantallas. Gutiérrez se arrellenó en su asiento, disfrutando el momento. Con toda parsimonia y levantando el dedo de la justicia y la verdad absoluta apuntó a través de la pantalla a la alicaída “show-woman” Marlen Olivari. Con imágenes sacadas de una grabación personal, mostró la entrevista realizada a Karen Amenábar, una ex integrante de “Rojo”,quien es abiertamente declarada lesbiana y que contaba su verdad. En pocas palabras, Karen abrió la caja de Pandora para Víctor que vio una luz nueva, llena de brillos y colores que escribía su nombre en la historia: sería el primero en obligar a un famoso a admitir su homosexualidad. Así, el regordete periodista consignó cada frase en las que Karen afirmaba haber sido pareja estable de Marlen y que terminó siendo su único amor verdadero, puro e infinito, hasta que se sintió traicionada por la falta de consecuencia en los actos de Marlen.
Por desgracia no había otra cámara apuntando a Víctor durante la entrevista. Seguramente habríamos visto sus lentes empañados, excitado por la situación morbosa, pero sobre todo por lo jugoso del descubrimiento. Ahora nadie más que él tendría la posibilidad de destruir a Marlen y su imagen de sex-symbol. Gutiérrez agradeció los elogios de los panelistas, mientras Jordi, hablando desde la vereda de los afectados, se dignó a decir “habían rumores, pero ella nunca ha dicho nada”. Pero Víctor volvía sobre las imágenes y los dichos de Karen, afirmando que la verdad era una, pura, absoluta y necesaria; con sus lentes justicieros y sus hojas llenas de información clasificada se levantó de su asiento y enarboló la bandera de quienes no tienen voz, belleza, talento ni intelecto, de todos quienes envidian a los famosos porque jamás tendrán ni siquiera un hálito de lo que ellos han obtenido. Víctor se sintió henchido de gozo, disfrutando cada segundo del nuevo escándalo que destapaba en pantalla, preparando un libro para sacar todos los trapos sucios de la farándula y hacer caer cuanta cabeza medio famosa se encuentre a su paso. El gordito de los lentes se sintió una estrella, un referente, alguien importante, la vedette de la noche, destruyendo la imagen de otra vedette, esa que alguna vez fue la mujer más deseada de Chile.
Al verlo tan animoso, crítico y justiciero, me acerqué a la pantalla del televisor y le grité al vidrio que contenía sus colores: ¡A NADIE LE IMPORTA, ZÁNGANO!