Durante un año no me aparecí por aquí escribiendo, por múltiples razones. Entre ellas un cambio de casa, nuevas responsabilidades, organización, proyectos musicales nuevos y un cuanto hay de cosas por hacer. Como siempre mi disgregado cerebro se debatió en qué tenía que priorizar, así que todo quedó medio nebuloso, como esta mañana santiaguina.
Dentro de las cosas que me inspiraron a volver a escribir (política, desigualdad social, pobreza, etc.) decidí darle un pequeño giro y no comentar lo mal que está el mundo, porque ya todos los sabemos. En cambio quiero hablar sobre el fenómeno cultural en el que se convirtió el MCU.
Marvel siempre ha sido mi compañía de comics favorita. Desde niño siempre me atrajo Iron Man y Spiderman mucho más que Superman y los tipos de DC (excepto por Batman, porque Batman es Batman). Y cuando soñaba con la posibilidad de ver sus héroes en la pantalla grande siempre me decepcionaban porque elegían a los que a mí menos me gustaban (como los 4 Fantásticos) y lo hacían mal. Cuando por allá en el 2008 hicieron la versión de Iron Man con mi actor favorito, Robert Downey Jr., supe que estaba al frente de un fenómeno nuevo. Y aunque quería ver todo lo que podría alcanzar la franquicia, nunca creí que llegaría a convertirse en lo que es hoy en día.
La Saga del Infinito, ese compendio de 20 películas que rodea la entrega de su cierre (no único, ya que falta la segunda de Spiderman) con ENDGAME ha sido un fenómeno de la cultura pop único. No sólo por la calidad de las producciones, excelente casting, modificaciones de guión para generar una historia común, adaptar personajes sosos a verdaderos referentes, si no también el tomar a iconos del comic como Capitán América y relanzarlo como un héroe que no representa los ideales de USA, si no los de todos los seres humanos. El nivel de trabajo en el guión para darle sustento a las historias, el desarrollo del arco argumental de cada personaje, la forma en que desarrollaron un tema común, en que los diálogos fueron ocupados como ganchos para ser descifrados en entregas posteriores, es algo que no habíamos visto en el cine, excepto en algunas trilogías que se basaron en libros, como El Señor de los Anillos o Harry Potter (aunque esta última me prende menos que Barney Gómez en bikini). Lo que han vivido las nuevas generaciones con este género ha sido realmente algo impensado hace 20 o 30 años, creo que jamás se había planteado un desafío como éste. Y debo decir que a mis más de 40 años he quedado sorprendido.
Tanto los hermanos Russo, como James Gunn y Favreau, todos quienes tuvieron algún poder de decisión en cómo plantear las películas, han hecho un trabajo extraordinario. Hay perlas como también pan marraqueta, pero no por eso deja de ser un conjunto exquisito. Es cosa de ver cómo ciertos personajes que sólo eran una ilusión verlos en la pantalla (Dr. Strange, Pantera Negra, Guardianes de la Galaxia) fueron llevados al cine en solitario, con propuestas visuales muy interesantes y atractivas no sólo para los fanáticos del comic, si no para el público en general. Y creo que el hecho de que ahora sea de dominio público algo que sólo le gustaba a los niños y los ñoños, ha sido el palo al gato que se necesitaba para revitalizar el cine.
Muchos dirán que el cine de superhéroes no se compara a una buena película de autor y lo comparto. No estamos ante la lumbrera del séptimo arte y del lenguaje audiovisual, pero sí estamos ante algo que supera las expectativas de los espectadores como no habíamos visto desde la aparición del western o Star Wars. Y es que Marvel tiene tantos personajes con aspectos humanos, con problemas e inseguridades que es imposible no tener un momento de identificación con al menos uno de ellos.
Sé que ahora que la Saga del Infinito ha terminado es probable que la fase 4 del MCU no sea de la misma calidad, impronta o fuerza de todo lo anteriormente vivido, pero está claro que marcó un antes y un después en las producciones cinematográficas. Y no sólo eso: creo que gracias a ésto la gente ha vuelto en masa al cine. Ojalá se pudiera ver reflejado eso en el interés por ver cine nacional, pero sabemos que el chileno nunca apoya lo suyo. El ser profeta en su tierra jamás funciona para el arte en Chile a no ser que todos los astros se alineen.
Al menos he tenido la fortuna de ver cómo mis sueños de niño se volvieron realidad en la pantalla. Nunca seré Iron Man (no tengo plata), pero pude ver su mejor versión.