martes, noviembre 01, 2005

El nuevo deporte

Hoy por casualidad descubrí un nuevo deporte. Estaba esperando la micro para ir a una grabación, cuando me fue revelado. Cuando el microbús amarillo (porque hasta ahora no me he podido subir a uno de los caracoles verdes) se acercó a la vereda, corrí tras él para no perderme la única posibilidad de llegar a la hora a mi mencionada grabación. Al girar para comenzar la carrera me encontré con mi primer obstáculo: Soledad Alvear. Con un rápido movimiento hacia la derecha me lancé hacia delante para toparme con Joaquín Lavín; al saltarlo, Pablo Longueira me esperaba con la más plástica de sus sonrisas; con un último esfuerzo me aparté de Juan Guillermo Vivado y logré subirme a la micro. Debo admitir que tanta finta me dio un gran ejercicio aeróbico.

Y es que en estas épocas de elecciones ya no hay donde pisar. Claro, porque no sólo tenemos que aceptar los comerciales y franjas de propaganda política en la TV, ni las marchas o reuniones a gran escala o los panfletos y cientos de tipos con poleras en carros alegóricos. No. Porque todo tiene posibilidades de convertirse en propaganda. Así surgieron los aviones de propaganda, los edificios con carteles publicitarios y el nuevo metro, que se pinta según quiere el mejor postor. A todos estos avances de la información que uno no quiere recibir, se sumaron los tipos que hacen malabarismo en las esquinas y que además reparten panfletos de un candidato en especial. Y como los carteles no pueden ser colgados en el alumbrado público, se usan los postes, árboles, basureros, autos, personas, etc.

Mi problema no va por ahí. Si quieren llenar de carteles la ciudad no me importa (si luego los sacan); hasta la gris capital se ve un poco más colorida (aunque sólo de mentiras demagogas). Lo que a mí me afecta es que ahora no puedo caminar. Claro, porque a los grandes creadores de las campañas se les ocurrió ocupar el único espacio que no estaba previsto: el suelo. Y es así como encontramos unos bastidores, cuales obras de Leonardo, donde no hay óleo ni Giocconda, sino látex y una Alvear a la que la sonrisa le salió chueca y forzada. Y claro, también la Michelita, Piñera, Lavín y un cuanto hay, desde viejos estandartes de la política, hasta animadores sin trabajo y actores retirados.

Y ante toda esta horda de cuadros tirados en la calle no podemos hacer nada. Invaden nuestras veredas, plazas, entradas a los negocios y hasta los regadores automáticos, con lo que sólo la mitad del pasto se moja. Y aunque gasté alrededor de 15 calorías por cada giro para evitar chocar con ellos, creo que el mejor uso que se les puede dar es el de saltarlos, con lo que podríamos quemar unas 200 calorías por cada cuadra con candidatos. Así, un recorrido normal del trabajo a la casa lograría hacer bajar ese rollito rebelde y nos haría un poco más firmes. Hasta ahora los más difíciles de saltar son los presidenciables y los senatoriales; se los recomiendo luego de un par de días de ejercitar con diputados.

Así que este es mi nuevo deporte: EL SALTO POLÍTICO. Para que por fin los políticos nos sirvan de algo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ayer de madrugada vi 2 cabros sacando unos letreros. Hoy cerca del Líder de Gran Avenida 3 lolas aclamaban a Lavín a ratos.

La política dándole empleo a los más jóvenes. Para que puedan salir a carretear.

Marive dijo...

No solo nos da la posibilidad de hacer deportes, sino de aprender la diferencia entre una buena y una mala canción (porque la del chico zaldivar merece ser salvada de la hoguera) desarrollar nuestra vista de rayos X al tratar de manejar viendo a través de las palomas y carteles a los transeúntes o, en el caso de ser peatón, ver a los autos, y también nos da buenas lecciones de como NO debemos retocar una foto...

Anónimo dijo...

Jajajajaja:
Gracias por hacerme pasar un rato demasiado agradable y lleno de carcajadas leyendo tu crónica.
Que manera de ser asertivo, irónico y muy cómico a la vez (a riesgo de redundar, pero es que las tres cosas están intrínsicamente ligadas a tí)
Que bueno que tengas la capacidad de estrujarle la parte buena a todo este penoso circo que trae consigo las elecciones. Tanto dinero desperdiciado en inútiles cartelitos, tanta promesa vacía, tanta sonrisa de medio lado, tanto toqueteo innecesario a las pobres guaguas poblacionales.
En fin Scowy, una vez más nos das cátedra de buen humor y sentido común.