Basta encender la radio y buscar entre las frecuencias “megahertciadas” las distintas emisoras radiales y darse cuenta de un fenómeno que, aunque cíclico, es tremendamente nefasto: estamos faltos de ídolos. Sí, y no es que piense que en el mundo no hay grandes músicos o que la industria no ha golpeado lo suficiente ya con tantas promos de músicos de distinto tipo. Es que el fenómeno viene desde hace algún tiempo y es preocupante: los grupos actuales no tienen onda. Podrán decir que es el comentario de un tipo que está a punto de entrar a la adultez y, por ser éste mi caso, la opinión está sesgada por la experiencia y la distancia con los nuevos seguidores de la música joven. Pero bueno, creo que esta misma situación me permite mirar la música de hoy con ojos no tan añejos y alejados como los de los principales críticos musicales.
Los grupos actuales, salvo contadas excepciones como Franz Ferdinand, Placebo y algunos especimenes rockeros extraños, tienen la manía de copiarse a sí mismos y a un solo referente musical: el limitado, pero enérgico, punk. Y es por eso que ha caído una ola de grupos que imitan a Green Day y a Los Ramones sin arrugar la nariz siquiera, donde Blink 182 es el rey y donde no hay ninguna diferencia entre uno y otro, tanto que es posible afirmar que la mayoría de ellos es grupo de un solo tema. (No hago críticas a estilos musicales tropicales ni reggaetón porque no me interesan).
Y es en este ambiente en el que me bajo del dial y me pongo a mirar desde afuera. Y veo la falta que hace un Kurt Cobain o un Freddy Mercury, qué decir de un Jim Morrison o una Janis Joplin. Porque ahora no existe eso que hasta hace 10 años era una tradición musical: en cada década había al menos un par de grupos que marcaban tendencia, un par que eran los monstruos del rock. Claro, porque los `60 tuvieron a los Beatles, los Stones, los Doors, The Who, Jimmy Hendrix, Creedence y una galería completa de hippies revolucionarios; los 70’s a Led Zeppelin, Pink Floyd, Queen, Sex Pistols, Los Ramones, AC-DC, Kiss y tantos otros con trajes estrafalarios a los Bowie; los 80’s tuvieron a Mötley Cure, Guns N’ Roses, Poison, Warrant, Bon Jovi, Satriani, Metallica, Skid Row y toda la gama de pelos enmarañados que gritaban desgarrados por un rock de chicas en cuero y motocicletas; y los 90’s tuvieron el resurgimiento del rock con el grunge, con Nirvana, Pearl Jam, Alice in Chains, Stone Temple Pilot, Blind Melon, los últimos rasguños de los Guns, Colective Soul, Silverchair, Soundgarden y Rage Against the Machine, por solo nombrar unos pocos que tomaron el rock en sus manos y lo reinventaron una vez más para sacar lo mejor que tiene, su fuerza.
Y es esta fuerza la que extraño en cada nota que escucho en la nueva escena de la música mundial, esa misma que tiene endiosados a tantos pendejos que sólo tienen la pose de malos y que ha escondido en las sombras a los monstruos que hicieron del rock una forma de vida. Por eso vuelvo a escuchar en la penumbra “Who’s Next”, esperando que el ciclo del rock vuelva a brillar como antes.
Crónicas de la vida diaria. Las cosas que vemos, las que no y las que simplemente no queremos ver.
martes, octubre 24, 2006
miércoles, octubre 04, 2006
La vuelta a casa
Es duro tomar decisiones difíciles en la vida. Es tan duro que mucha gente no las toma y viven desdichados por nunca arriesgarse. Así es como la gente tiene trabajos horribles y no se cambia; viven matrimonios desgarrados de rabia y angustia y siguen aparentando con los amigos; callan los abusos y perdonan de la boca para afuera.
Ante todos estos aspectos de la vida apretada y dura en que muchos prefieren sufrir a cambiar, los niños nos dan el ejemplo. Claro porque en estos días ya van 3 de ellos que se van de sus casas sin decir nada o dejando una nota de agradecimiento y un hasta nunca. Y es que como van las cosas, a veces es mejor dar el paso a un costado. Y eso es lo que hacen los niños ahora. Saben que la vida es apresurada, que los padres nunca están y que la vida siempre será más dura de lo que la pintan. Por eso, en forma madura y otras veces en forma irresponsable, deciden lanzarse de una vez a la vida. Es algo así como “pa’ qué esperar tanto, si igual la voy a pasar mal”. Y es que con lo que ven en la sociedad no es muy difícil ponerse así.
Cuando nosotros éramos chicos la gente pensaba más en política idealista que en las realidades duras. Así todos vimos como la ideología se abrió paso ante el poder fáctico y comenzó un arduo camino, lleno de baches. Era tanto el miedo al fracaso, que esto se tradujo en la juventud que comenzaba, la cual desechó el matrimonio de plano, las carreras y trabajos esperaron y la salida de la casa de los padres fue el proceso más largo de todos. Claro, es difícil querer salir a la vida solo cuando te han cuidado siempre y la vida se viene encima con tantas responsabilidades que no puedes llegar a contar.
En cambio, para esta generación, la cosa es distinta. El mundo gira, las familias se separan, los padres trabajan siempre y por sobretodo los han bombardeado con el tema de que la vida se vive demasiado rápido. Y como la vida es rápida y al fin y al cabo los padres no están, es hora de buscar nuevos horizontes y otras personas con las que sentirse a gusto y con quienes compartir.
Y vemos en la televisión como los matinales lloran por los niños, llaman a radios regionales, buscan la exclusiva en casa de la familia afectada y se dan todo el crédito cuando el niño es encontrado... y luego vienen los 3 días de repaso de la noticia, las notas “humanas” el relato del vecino de l cuadra del lado que vio como el niño se subió a una micro “pero jamás creí que se fuera de la casa”, etc, etc, etc... Y la familia recibe al niño frente a las cámaras, perdonan todo, la opinión pública juzga el ambiente familiar y da consejos, asusta con la posibilidad de que el próximo que escape sea tu hijo y finalmente aparece la familia diciendo que desde ahora tomarán mas en cuenta al niño y que no lo van a retar.
Me pongo a pensar y me imagino la sacada de chucha que me habrían dado en mi casa si me hubiera ido así... Bueno son otros tiempos.
Ante todos estos aspectos de la vida apretada y dura en que muchos prefieren sufrir a cambiar, los niños nos dan el ejemplo. Claro porque en estos días ya van 3 de ellos que se van de sus casas sin decir nada o dejando una nota de agradecimiento y un hasta nunca. Y es que como van las cosas, a veces es mejor dar el paso a un costado. Y eso es lo que hacen los niños ahora. Saben que la vida es apresurada, que los padres nunca están y que la vida siempre será más dura de lo que la pintan. Por eso, en forma madura y otras veces en forma irresponsable, deciden lanzarse de una vez a la vida. Es algo así como “pa’ qué esperar tanto, si igual la voy a pasar mal”. Y es que con lo que ven en la sociedad no es muy difícil ponerse así.
Cuando nosotros éramos chicos la gente pensaba más en política idealista que en las realidades duras. Así todos vimos como la ideología se abrió paso ante el poder fáctico y comenzó un arduo camino, lleno de baches. Era tanto el miedo al fracaso, que esto se tradujo en la juventud que comenzaba, la cual desechó el matrimonio de plano, las carreras y trabajos esperaron y la salida de la casa de los padres fue el proceso más largo de todos. Claro, es difícil querer salir a la vida solo cuando te han cuidado siempre y la vida se viene encima con tantas responsabilidades que no puedes llegar a contar.
En cambio, para esta generación, la cosa es distinta. El mundo gira, las familias se separan, los padres trabajan siempre y por sobretodo los han bombardeado con el tema de que la vida se vive demasiado rápido. Y como la vida es rápida y al fin y al cabo los padres no están, es hora de buscar nuevos horizontes y otras personas con las que sentirse a gusto y con quienes compartir.
Y vemos en la televisión como los matinales lloran por los niños, llaman a radios regionales, buscan la exclusiva en casa de la familia afectada y se dan todo el crédito cuando el niño es encontrado... y luego vienen los 3 días de repaso de la noticia, las notas “humanas” el relato del vecino de l cuadra del lado que vio como el niño se subió a una micro “pero jamás creí que se fuera de la casa”, etc, etc, etc... Y la familia recibe al niño frente a las cámaras, perdonan todo, la opinión pública juzga el ambiente familiar y da consejos, asusta con la posibilidad de que el próximo que escape sea tu hijo y finalmente aparece la familia diciendo que desde ahora tomarán mas en cuenta al niño y que no lo van a retar.
Me pongo a pensar y me imagino la sacada de chucha que me habrían dado en mi casa si me hubiera ido así... Bueno son otros tiempos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)