jueves, agosto 23, 2007

Humberstone

Hace una semana estuve es Humberstone, llevado como parte del equipo audiovisual que Claudio Di Girólamo armó para grabar el documental sobre la 1ª Bienal de Arte en el Desierto, un evento que organizaron privados con el objetivo que diferentes artistas interviniesen Humberstone con obras propias y en su estilo. Así me vi embarcado en un avión a las 8 de la mañana del domingo, llegando al mediodía a Iquique y luego a Pozo Almonte, pueblo pequeño, pero muy acogedor, en el cual pernoctamos mientras trabajamos en la salitrera.

Me encantó. Debo decir que no sólo Humberstone, sino, el desierto, el norte, sus frutas y verduras (con sabor a fruta, no esas cosas insípidas que comemos acá), la noche helada, el día caluroso, etc. Los artistas con que fuimos, en su mayoría eran muy accesibles a la conversación cotidiana, muy pocas “estrellitas” con las que lidiar. La producción fue de lujo, se preocuparon de tenernos bien atendidos, alimentados y felices. Pero lo mejor fue mi vuelo en parapente. Por esas casualidades de la vida, el gran final del documental es la visión aérea del evento, de estas intervenciones, algunas de ellas no son comprensibles si no se ven desde el aire. Por esta razón, Paolo, amigo y compañero de tantos proyectos, debía subirse a un parapente con motor y grabar todo. Pero mi amigo no me dejó fuera: me llamó y me hizo volar antes, para que viera el proyecto con mis propios ojos. Y fue espectacular. Pocas veces uno puede darse el gusto de probar algo como esto: el aire, el viento, al sol, todo al alcance de la mano, y realmente estar volando, sin nada más que el viento por compañero. Una experiencia que sin duda recordaré por el resto de mi vida.

No quiero cerrar esta crónica (que más parece diario de vida) con la mención a los Humberstones, ese grupo de trabajadores que realizaron la extensión de las telas que en un futuro cercanos veremos desde Google Earth diciendo: “Esto no es América”. Fueron de los más aperrados, tipos que estuvieron 2 semanas a pleno sol, cosiendo telas, extendiéndolas, haciendo topes en el caliche, etc. Un grupo humano sin igual. Otros que nombrar por su puesto son Rubén, Hugo y Juan, quienes ayudaron a palear todo el salitre que sobraba en una montaña que depositaron sobre la obra que estaba terminando Rosa Velasco.

Gran grupo, buena gente. Fue muy gratificante trabajar en este proyecto. Espero que mi próximo proyecto sea en Punta Arenas, así puedo decir que conozco los extremos de Chile.

1 comentario:

Marive dijo...

Lindo!!!
Me provoca sentimientos encontrados el que no escribas muy seguido. Por un lado sé que es por tu pega y tus otras actividades, pero por otro, se echa de menos el tener algo que leer...