Para los que no saben, no estoy inscrito en los registros electorales. Por esa razón, mi familia no me considera "cuidadano" y para los más viejos no tengo derecho a opinar de política. Bueno, mi argumento inicial fue una lata espantosa, pero con los años la lata se ha transformado en mantener el principio del libre albedrío y así decidir cuando y por quién votar y si quiero o no votar o si lo hago una vez y nunca más. Así que me mantendré firme hasta que salga la ley del voto voluntario.
Bueno, el hecho es que, a pesar de no ser "ciudadano" y ser "apolítico", igual me engullo todos los especiales de elecciones que dan cuando se realizan los comicios de diputados, senadores, presidente, alcaldes o concejales. Y éstos últimos estuvieron de lujo. Claro, porque así como para los actores la premiación de los Oscar es su momento más esperado y más nervioso, o para los músicos el presentar su canción inédita frente a Viña del Mar o para una atleta el tercer salto de la garrocha puede ser el que inicie o acabe su carrera para siempre, los especiales de las elecciones que transmiten por televisión son el momento más esperado por los periodistas de nuestro país.
Sí, porque en un país en que no pasa mucho, en que siempre la culpa es del exterior o en que no le importamos a nadie y somos felices cuando en una serie gringa nos mencionan como un lugar remoto del que el personaje que cortaron jamás va a volver, en este país, ese día, el de las elecciones, es el que permite a todo el mundo dárselas de conocedor. Sí, porque la política es una falacia, es un montón de palabras apiñadas para convencer y recibir el poder que el pueblo ilusamente siente que tiene en sus manos, pero que no hace más que pasar de mano en mano sin usarlo.
Y es ahí, cuando a las 6:00 AM comienzan las transmisiones. Imagínense: a las 6:00 AM de un domingo, el día de las votaciones, nadie más que los pacos y los vocales de mesa están levantados. Bueno, los periodistas buscan hasta la piedra que pisó tal o cual candidato en la elección pasada y hacen una nota para mostrarla cómo está ahora, a cuatro años del hecho. También comparan la cantidad de votantes, de candidatos, de vocales, de uniformados, de veces que se habló desde la moneda, de la tecnología para votar, de cada uno de los candidatos que no sacó la propaganda, de los políticos que se bajaron, los descolgados, los que quisieron pero no los apoyaron, los que ya no están, los que podrían venir y un largo etc. que no vale la pena seguir puntuando, porque es una fotocopia que se repite en la transmisión de cada comicio.
Lo que a mí me gusta ver es cómo resultan las transmisiones. Claro, porque se les ocurre siempre implementar tecnología nueva, poner "touch screen" el día anterior y no enseñar bien al pelotudo que tiene que saltar hasta el borde de arriba de la pantalla para que el sistema entienda la orden; o rediseñan toda la gráfica, las viñetas y las letras y uno piensa que está viendo otro canal; o mandan a todos los practicantes a hacer notas, a sacar cuñas y hacer preguntas a José Miguel Insulza tales como "don José Manuel (sí, Manuel)... ¿le podría hacer una pregunta?"; o cuando hacen el contacto con la periodista que todas las veces tiene malo el micrófono y no se le escucha nada y viene la frase de "tenemos problemas técnicos"; o cuando el periodista tiene a la señora que votó primero en la mesa de Til-Til y se demoran tanto en hacer el contacto que la vieja ya se fue a su casa a verse en la tele; o cuando llegan los políticos importantes a votar y siempre se enredan los cables, se cae alguien, sale algún detractor y grita una sarta de estupideces y el político le dice "hablemos, llame a mi oficina" como si le fuera a contestar alguna vez; o cuando invierten tiempo y rogativas para tener a tal o cual ministro en un contacto y le hacen la pregunta de rigor que por supuesto no puede contestar porque cortan el contacto para pasar a otro político que llega a votar; o los que hacen bromas frente a la cámara tratando de salir para que lo vea la familia; o cuando entrevistan al viejo más viejo de la región que llega con su señora, la más vieja de la provincia, a votar a la mesa más longeva y le preguntan "¿muchos años de casados?".
Si, porque en estas situaciones salen a relucir las preguntas hueonas, las frases hechas, los lugares comunes y, sobretodo, los entrevistados vistos y revistos. Es obvio que todos se sienten ganadores, todos dicen que superaron sus expectativas, que ahora son una fuerza política más unida, que el país ha hablado, etc, etc. Y los periodistas y camarógrafos están atentos de todo, del cojo que no pudo subir a votar y votó en el baño, de la viejita que rayó dos votos, del hombre malo que no dio la pasada a un no vidente, del sobrino del no vidente que lo lleva a votar todos los años, del niño con retraso que igual quiere votar y que para decirlo se demora media hora; del vendedor de bebidas que, oh milagro, se hace la América vendiendo a la salida de los locales de votación; político que olvida el carnet; del famosillo que quiere pasar antes; del político vivaracho que hace la fila para que el pueblo lo sienta más cercano; del niño que busca a la mamá; de la mamá que busca a la abuelita y del paco que agarró al que no quiso ser vocal de mesa.
Y aunque siempre es lo mismo y se usan las mismas frases, las mismas imágenes, los mismo periodistas y los mismos políticos, igual uno se ríe. Sí, porque al fin y al cabo todo este circo eleccionario sólo sirve para eso, para reírse. El resto, es responsabilidad de los que fueron elegidos, porque el pueblo habla, el pueblo elige, pero el pueblo sólo puede ver, como en estas transmisiones, cómo los poíticos que eligió se los siguen cagando igual que siempre, con las mismas frases hechas, en las mismas instituciones y con la misma desfachatez que lo hacen siempre. Si pareciera que la democracia no se vive, solamente se la ve pasar por delante de un televisor.