Sacaron el disco PARE del camino. Hace rato. Hubo un intento
de frenazo por allá por noviembre, pero fue sólo un derrape, nada más. Y por
más que habían semáforos, pasos de cebra y un cuanto hay de avisos para detener
el curso, Piñera y sus boys no se han detenido. Es más, apretaron el acelerador
en plena rotonda del coronavirus y saldrán disparados directo a un estado de
sitio.
Sí, parece sacado de una mala road movie, pero aquí no
tendremos a Thelma & Lois tomándose de las manos lanzándose al barranco para
ser siempre libres. No. Tenemos a Piñera y todo su séquito de cómplices
levantando las manos mientras se enfilan contra un muro. Y por desgracia no es
un muro hecho por la oposición, que cual Neville Chamberlain, negocian con un
Hitler de brazos cortos para que no les hagan daño… pero sólo a ellos. No, el
muro somos nosotros, los 18 millones de chilenos que estamos viviendo el peor
gobierno desde la vuelta a la democracia y, quién sabe, tal vez el último que
tengamos democrático en mucho tiempo si esto sigue así.
Así como Churchill les gritaba a todos en Inglaterra que
Hitler era un maniático megalómano que iba a acabar con el mundo, me siento
ahora, pero con menos barriga, más pelo e infinitamente menos carismático. En
incontables ocasiones he tratado el tema con conocidos y con otros que no lo
son tanto. Piñera está camino a hacer un autogolpe. Lo dije en noviembre, antes
del acuerdo de paz, que me hizo olvidar esa idea al ver que se abría un proceso
medianamente democrático en su lugar. Pero, luego de la aparición del
coronavirus en nuestras vidas, ha vuelto al camino que imaginaba en mis peores
pesadillas. Cada intervención, cada nuevo decreto, cada nuevo proyecto de ley,
cada roce con el congreso y el poder judicial muestran un claro fin: una
autocracia. Y a diferencia de la de un Hitler que era seguido por millones por
su capacidad de convocatoria y la alienación de la sociedad alemana por buscar
venganza por una guerra pasada, aquí está casi completamente solo. Pero quienes
lo acompañan velan por los intereses de una élite que no sólo jamás se ha
preocupado de los demás, si no que ahora quieren eliminar cualquier posibilidad
de un brote reaccionario popular. Estamos ante el principio del fin de la
democracia mentirosa que hemos tenido por 30 años. Y sólo se ven dos
posibilidades a corto plazo: la dimisión o el autogolpe.
Cabe preguntarse de qué lado se pondrán las FFAA si Luksic y
sus amigos deciden que es malo para sus negocios que Piñera acabe con el estado
de derecho y gobierne como un pseudo dictador. Porque ténganlo claro, las FFAA
no defenderán el estado de derecho porque sea ético o porque decidan defender a
la población. Las FFAA en Chile trabajan para el mejor postor.
Se vienen tiempos inciertos.
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