En medio de la vorágine que ha sido este último mes desde que terminaron las primarias del oficialismo, ha resaltado un tema que ha cruzado transversalmente los discursos, la cobertura mediática y el debate. Y no, no han sido propuestas específicas, planes de acción, una imaginería exultante de parte de algún comando o las alianzas inesperadas. Ha sido el uso de las fake news y el manejo de los medios (tradicionales y redes sociales) para perseguir, atacar y denostar a los contrincantes. Y todos los dardos apuntan a un solo emisor: José Antonio Kast y sus republicanos.
La gente tiene mala memoria, parecieran sufrir de memento, una memoria a corto plazo que se borra casi al instante. En Chile es algo clínico, diría yo. Pareciera que un pez dorado tiene más memoria que el chileno promedio. Hoy el escándalo por el uso de las fake news (que realmente son sólo mentiras con un nombre más vendible) pareciera ser nuevo, pero no lo es. Es nuevo para la derecha tradicional, para Evelyn y sus boys, quienes nunca habían recibido ataques como los que están sufriendo hoy, donde tergiversan videos suyos haciéndola parecer una persona que no sabe lo que habla o que tiene alzheimer. Y cuando la candidata de ChileVamos decide salir a denunciar directamente al blondo timonel republicano, todo el mundo presta atención. Claro, porque esta vez a quien se ataca es parte del stablishment, es parte del equipo que se supone debe ganar este partido para quienes les financian las campañas.
Pero esto ya lleva muchos años en nuestro sistema mediático. Desde 2010 las RRSS comenzaron a ser un nicho de grupos separados y anónimos que lograron confluir con discursos propios y ajenos en movimientos virtuales, algo que nunca se había experimentado a esta escala. Miles de personas compartiendo instantáneamente imágenes, pensamientos, videos, música, pero, sobre todo, consiguiendo validación. Las RRSS lograron que quieres no tenían voz lograran ser escuchados por quien se diera el tiempo para ello. Y todo parecía quedarse en eso, comunidades virtuales. Hasta que llegó 2019 y con él, el Estallido Social.
Durante los meses que las protestas desbandaron la institucionalidad chilena y en que los poderes ejecutivo y legislativo se vieron superados, ninguneados y apartados de la discusión ciudadana, se crearon trincheras ideológicas virtuales que contaban los mismos hechos con dos miradas distintas. Uno diría que ello aportaría al debate, mejoraría la cantidad de información disponible y por lo tanto las personas tendrían las herramientas para opinar sobre la actualidad que vivíamos. Pero, en cambio, las RRSS se convirtieron en una fábrica de memes y de fotos alteradas, videos cortados para dar ciertas ideas y por sobre todo para convertir el movimiento ciudadano en una amenaza, tanto así que acuñaron el término “Estallido Delictual” para referirse a los millones de personas que pacíficamente marchaban por las ciudades del país pidiendo igualdad y mejores condiciones de vida.
Los movimientos feministas del mundo comenzaron a replicar lo que las marchas hacían en Chile y aquí en los noticieros parecía que todo se iba al garete y no había vuelta atrás, azuzado por una bandilla de expertos salidos de cualquier parte y antiguos jerarcas conservadores, incluso pinochetistas atacando el movimiento. Todo continuó en ascuas hasta que se produjo el proceso constituyente y nuestras esperanzas descansaron en 155 personas de todos los sectores, clases, razas y géneros, algo jamás visto en nuestra historia republicana.
Pero a la par de este momento también apareció el coronavirus.
La pandemia lo cambió todo. El encierro, la incertidumbre, la poca información oficial, las teorías conspirativas y cuanto gurú apareció digitalizado en una resolución mayor a 720p, hicieron que el proceso se viera con otros ojos. Y es en este punto donde un partido recién formado tomó las banderas de atacar con todo a la convención, así como muchos políticos y dirigentes que se vieron desplazados por esa nueva institucionalidad. Republicanos, acompañados por supuesto de la comparsa derechista de ChileVamos, comenzaron a lanzar fake news, a mentir descaradamente sobre lo que se discutía en los salones del ex congreso nacional. Falacias tales como que iban a cambiar la bandera y el himno, que si uno tenía una pieza deshabitada iban a poner a vivir ahí a un inmigrante, que si tenías dos casas ibas a tener que entregar una al estado, que lo de la vivienda digna era para impedirte comprar una casa (impresiona todo lo que se preocuparon de mentir sobre las casas cuando la mayoría de la gente arrienda), que se iba a perseguir a quienes profesaran una religión, que se le iba a cambiar el sexo a los niños pequeños, que iban a desaparecer las clínicas privadas, y un largo etc. Es más, hasta repartieron constituciones falsas, trípticos con logo del gobierno y mentiras en su interior, sin contar con los miles de influencers, sitios, videos en youtube, y cualquier artimaña que sirviera para desprestigiar al nuevo texto constituyente.
Pero lo más preocupante fue la clase política. La misma derecha que hoy rasga vestiduras por ser atacados por los republicanos tomaron el timón de la discusión largamente en programas televisivos y propagaron las mismas mentiras antes señaladas. La propia Evelyn fue parte de esos paneles expositores, atemorizando al público con que el nuevo texto acabaría con el país como lo conocemos y que promovería el alzamiento de un nuevo Maduro. Ellos fueron otra herramienta de desinformación, como lo han sido cada vez que los intereses empresariales y los propios son puestos en riesgo. Evelyn Matthei pareciera haber recibido un barniz marino en el rostro, porque hay que ser bien cara de palo para reclamar hoy lo que hiciste en el pasado. Y más aún ahora que su propio partido, a la semana siguiente de su denuncia, comienza a lanzar videos con parodias e información falsa sobre los logros del actual gobierno. La propia candidata salió a bajarle el perfil a los videos diciendo que no eran mentira, que eran parodia y que no es lo mismo que sufrió ella. Es decir, mientras no le afecte a ella, todo se vale contra los demás.
Y el futuro se ve bastante oscuro respecto a esto. Porque si antes teníamos fotos mal editadas que saltaban a la vista como un montaje hecho a la rápida por alguien que no manejaba muy bien Photoshop, ahora existe la IA. Y en menos de un año la calidad de las imágenes, la reinterpretación digital y los avatares fotorrealistas han superado cualquier expectativa. Hasta la clonación de voces es una realidad hoy por hoy. Y esas herramientas están siendo usadas en este momento para fines de desinformación durante la carrera presidencial. No voy a apuntar exclusivamente a Republicanos ya que muchos han empezado a ocuparlas y seguramente será algo transversal, pero no podemos olvidar que fueron ellos quienes instrumentalizaron las RRSS para esparcir mentiras.
Si hoy una abuela no puede distinguir una llamada de estafadores o un mensaje de phishing ¿podrá acaso distinguir entre una imagen real y una creada con IA? Difícil. Hace un mes lo pudimos comprobar con miles de personas que reclamaban porque una aerolínea no había dejado subir a un “canguro de compañía” a un vuelo. Y el canguro se veía más falso que billete de tres mil pesos.
También preocupa cómo reculó Matthei. Dijo que haría una querella, una causa judicial, que con ella no se metían y salían ilesos; apuntó a José Antonio Kast y se puso una servilleta al cuello para devorarlo en tribunales. Pero bastó un llamado del empresariado y todo se desarmó. Los parlamentarios de ChileVamos que presentarían el hecho a las comisiones, la causa judicial y la honra de Evelyn quedaron en el piso a cambio de los millones para la campaña y de la cierta posibilidad de tener que terminar apoyando al ultraderechista en una segunda vuelta. Con esto, Evelyn ya no podrá repuntar en las encuestas y menos ahora que aceptó la inclusión de Juan Sutil, el empresario prepotente y desconectado de la realidad, a su equipo.
Mi llamado es a los medios de comunicación masivos a realizar, aunque sea por una vez, el trabajo periodístico que se necesita y al que han sido mandatados por la sociedad. Las noticias deben ser verificadas, estudiadas, cotejadas y luego difundidas. Y además los titulares deben entregar toda la información. Parte de la oleada de inseguridad que se vive es por culpa de publicaciones manipuladas para hacer parecer que todos los crímenes que ocurren en Latinoamérica pasan en Chile. Nunca detallan en el encabezado dónde ocurrió y las personas en general no leen más que el título.
Como alguien que ha trabajado en TV, sé que eso no es al azar. Hay una línea editorial creada para generar el pánico necesario para que el rating se mantenga al alza; no por nada el porcentaje de victimización real es 8 veces menor al de la sensación de inseguridad. Se vienen tiempos difíciles para la divulgación mediática y sobre todo para quienes no manejan estos términos ni esta tecnología. Se viene la época de las realidades paralelas, los testimonios falsos y virtuales, el cuestionamiento de la verdad y la realidad como nunca lo vivimos. No sé si nuestra sociedad está preparada para enfrentarlo.
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