jueves, octubre 13, 2005

Cuando se tiene el jefe que uno quiere

Desde que la democracia se instauró en nuestra sociedad como la forma más aceptada de funcionamiento patrio y el libre mercado en la piedra angular de la economía democrática, el ciudadano ha pasado de ser un sirviente de la monarquía a ser un igual que elige entre los suyos a quien tiene la mejor capacidad para gobernar al resto. Es así como hemos creído durante años que el poder de la democracia reside en las masas, en los miles y miles de hombres y mujeres que conformamos este país y muchos otros en los que este modelo de gobierno se utiliza.

A la democracia se le pueden encontrar muchos defectos como sistema de gobierno, como en cualquier otro, sólo que en éste uno se puede echar parte de la culpa por los errores gubernamentales, por haber votado por uno u otro, o por el simple hecho de no hacerlo.

Siempre, cada día, uno se encuentra con una organización piramidal de responsabilidades y derechos en cada uno de las organizaciones y estamentos tanto de gobierno como privado. Siempre un grupo está mandado por un superior y éste a su vez es un subordinado de uno con mayor rango o fuerza. Hasta en las pandillas callejeras existe este organigrama. Y es que al parecer socialmente siempre necesitamos de un líder; o tal vez no queremos tomar la responsabilidad del resto y es mejor que otro lo haga. El ser un servidor público merece una reverencia gigantesca, ya que hay que tener muchas agallas o estar muy loco para hacerse cargo de un país.

Pero es aquí, en la política democrática en el único lugar donde uno puede elegir a su jefe. Siempre reclamamos que nuestro jefe acá o allá, pero que si no fuera por la plata... y cuantas otras cosas que nos molestan de los que por tener más dinero o capacidad nos mandan. Muchos de sus vicios se traspasan con el cargo; algunos de los que reclaman despotismo lo practican al momento de asumir un cargo más alto. Pero ese es otro problema. Lo que me preocupa es la elección presidencial.

El presidente, ese ser igual a cada uno de nosotros, sin sangre azul, sin castillos ni haciendas (no confundir con la Bolocco) que busca toda su vida como político llegar al escalafón más alto al que puede aspirar: La Moneda. Sí, todos los políticos, cual más cual menos, quieren llegar a la presidencia. Podríamos afirmar que los senadores son presidentes frustrados y los diputados son senadores frustrados. El premio de consuelo serían los alcaldes, pequeños señores feudales que gobiernan a diestra y siniestra sus pequeñas comunas, esperanzados en algún día tocar el cielo de la política bajo la premisa de que “una comuna es un país chico”.

De los cuatro políticos que hoy postulan, ninguno me llena. Hirch es un político que sólo acapara la atención de los partidos que lo apoyan y que en su segunda carrera poco y nada hemos sabido de propuestas o participación en propagandas masivas. Lavín, el fiel perro del tata, intentó durante años hacerse de una carrera que lo llevara a lo más alto. Y casi pudo, a pesar de su apariencia de nerd que le robaron la colación y que nunca pudo tener una de las minas populares del colegio. Piñera, el hijo de político, el empresario estrella, el hombre que tiene a Chile a sus pies (económicamente hablando) y que para muchos de nosotros éste es otro capricho más que quiere conseguir, porque su plata no se lo ha podido dar. Y Bachellet, una doctora hija de militares, torturada en el pasado y que ha logrado dos ministerios en la administración que ya termina. Pero como ya dije, no me caso con ninguno. Porque Hirch no es una posibilidad real de gobierno, ya que aunque lo elijan, su apoyo parlamentario sería mínimo y los procesos que quisiera lograr no resultarían por falta de quórum (algo que pasa actualmente, pero sólo por flojera parlamentaria). Porque Lavín se quemó en Santiago, haciendo gastos estúpidos, vendiendo el agua, dando circo en vez de pan con sus playas y nieves y haciendo el ridículo a cada frase que logra musitar fustigado por su partido. Porque Piñera es un hombre que no genera confianza, que su dinero lo ha alejado del pueblo y que simplemente no logra acaparar simpatías (no es que el dinero sea un problema, muchos políticos tienen muchas empresas y si no, las consiguen durante sus mandatos). Porque Bachellet estuvo en dos ministerios y sólo se destacó por ser buena onda; porque jamás se moja el culo, no habla, sólo sonríe y se preocupa que sus partidos se entiendan entre ellos; porque su única carta real de apoyo es “soy mujer”.

Y este es el problema. Porque, a decir verdad, Soledad Alvear jamás me cayó bien de presencia, pero sabía de lo que era capaz. Una excelente ministra de RR.EE. que logró importantísimos tratados internacionales; una ministra de justicia que logró la reforma procesal que ahora nos enorgullece; una mujer que no sólo es mujer.

Por eso, las elecciones de diciembre para elegir presidente son las elecciones de jefe donde ya no se primará capacidad, sino, por el contrario, se votará por la buena onda. Ojalá que la buena onda sirva para que el país siga creciendo.

En el fondo, después de Lagos, cualquier cosa es poca.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

De nuevo hablaron de la huelga. Con algún asombro, Arturo creyó descubrir que Arruti no la condenaba y le preguntó:

­- ¿No estás en contra de la huelga porque pensás que de una revolución va a salir un gobierno mejor que el de ahora?


- ­No estoy loco, che - ­replicó Arruti­. - Todos los gobiernos son malos, pero a un mal gobierno de enemigos prefiero un mal gobierno de amigos.

Marive dijo...

A decir verdad, tuve a Lavín como alcalde durante varios años ( crecí en Las Condes ) y era espectacular!!
El hombre sonreía y los proyectos aparecían y florecían, haciendo que la comuna fuese grande...
Ahora entiendo lo que significa ser un anónimo asesor, personaje que de seguro fue despedido cuando Joaquín se fue a Santiago, convencido de que era capaz de tener buenas ideas solo...

Anónimo dijo...

la verdad es que por Lagos estoy pensando inscribirme para votar por Papá Pitufo... no me gusta, es muy idiota. Será muy inteligente si quieren pero es presidente no un viejo taimado.