Hace muchos años, cuando era un niño de colegio y me caracterizaba por ser el nerd del curso, el que les daba las tareas a los otros y, por sobre todo, el que nunca tenía mina, me sentía aún más desdichado cuando llegaba el verano. Claro, porque no sólo estaban las vacaciones, que eran muy apestosas porque no eran con amigos, porque la pubertad era una etapa bastante cruda en mi cuerpo y en la que ningún músculo asomaba a mis raquíticos brazos y en que mis lentes reflejaban tanto el sol que las minas se alejaban de mí. Además de todo eso, llegaba el día fatídico de febrero. Y no hablo de la apertura del festival de viña que siempre me ha parecido una calamidad; no, el objeto de mi furia y frustración era el 14 de febrero, día de San Valentín. Ese maldito día en que todos DEBIAN tener pareja, en que el amor cruzaba el aire y generaba la mayor depresión de la adolescencia en otros tantos como yo. Ese día en que los regalos era corazones y ositos, tarjetas mamonas y por sobre todo una sarta de cursilerías que ni los cariñositos hubiesen soportado. Y la tienda “village” se hacía la américa con tal cantidad de pololos que se volvían adictos a regalarse cosas que luego quedaban tiradas en algún closet, como esos peluches de “te quiero” que luego servían para juntar polillas o los globos de helio desinflados que nunca sirvieron para nada más.
Bueno, la situación era insostenible para mí; si en el colegio, durante todo el año jamás me pescaban, imagínense a la hora del traje de baño en la época estival. Pero igual uno tenía que inventarse su amor de verano, colocarlo en las comunas o regiones más lejanas y rogar para que nadie tuviese una prima que se llamara igual y viviera por ahí mismo. El día de San Valentín se volvió en el karma de mi adolescencia y por supuesto, nunca tuve polola en esa fecha durante mi etapa escolar. Cuando ya estaba en cuarto medio me saqué los lentes y, aunque no veía nada, empecé a ser cotizado por las minas y me di cuenta de que no era tan feo como pensaba. Los lentes eran mi problema. Así conocí durante los 8 meses siguientes a muchas minas y amigos de los cuales podía armar vagamente el rostro a lo lejos, saludando sin saber a quién. Eso me generó varias minas con las que anduve y al menos ese año, me reinvindiqué como macho galán.
Así llegó la universidad y por supuesto que tampoco tenía mina para el 14 de febrero, por lo que, como siempre, me fui a reír de los regalos que mis amigos le hacían a sus pololas. Pero llegó el ’96, cambié de carrera y conocí a mi actual señora. Todos los 14 de febrero posteriores fueron de lujo, porque ahora tenía a quien regalonear y con quien pasearme sin sentirme como un paria del amor. El problema apareció poco después cuando me di cuenta que ya no sólo tenía que regalar en cumpleaños, navidad, santo y aniversario de pololeo, sino también en el fatídico 14. Y claro, cuando uno regala más de 5 veces al año a la misma persona, a los 3 años ya no te quedan muchas ideas. Y volví a odiar la fecha. Es que ni siquiera la sentía como propia, era como que la gente de las tiendas te decían “compra, o tu relación se acaba” ¡puaj!.
Y fue entonces, el año 2003, que todo cambió. El día que de nuestro matrimonio coincidió (no lo quisimos así, no había otra fecha esa semana) con el 14 de febrero. Así que nos casamos el día del amor y aunque lo sigo encontrando cursi y el bam-bam casi nos caga el aniversario cuando se quería casar en esa fecha, me sentí más aliviado. Porque ya el 14 no sería el día del amor impuesto por el comercio. El 14 de febrero es ahora mi propio día del amor, en el que no me importa lo que compre o haga el resto, porque es el día en que recuerdo el momento en que decidí comenzar mi propia familia.
3 comentarios:
snif...
Interesante relato. Es cruel y triste la incomprensión de la persona en formación. La publicidad comercial es un enemigo común a todos los pueblos. Agobia, engaña, deshumaniza y aturde a todos por igual. Es triste que se omita el reconocimiento de talentos, logros y el arte en general que se desarrolla en el anonimato.
Pienso que darse es asunto del diario vivir y que en las ocasiones especiales lo que en verdad celebramos es la gratitud, la vida y la fe.
Sigue escribiendo y felicidades por tu familia.
Y gracias por ir al blog de Paloma Boricua.
Paloma Boricua
Yo considero maldito el dia del amor, porque me han pasado cosas malas, por ejemplo: Cuando me declare a una mujer y me rechazo, meses despues de que me fui de mi liceo se puso a pololear con otro y hoy 14 de febrero se van a ver, eso me lastima, a veces quiero que eso tome un cambio en reversa, conocer el amor pero veo que algo siempre lo evita, podria ser mi rostro o mi forma de ser, no sé, si llega esa persona amada como la que tienes, seria my bueno, espero que sea asi algun día
muy interesante tu comentario acerca del dia del amor, deseo que seas feliz con la familia que tienes.
Wladyk
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