Ya es conocido por todos los que vivimos en este país el apodo de "cara de jarro" que tenía una de las bandas de narcotraficantes más grande y descarada que ha aparecido en el último tiempo. Su apodo venía del "cara de jarro" el jefe que mantenía cohesionado al grupo y que además mantenía contactos y sobornos con ambas policías.
Pero no es de ellos de quienes voy a hablar, sino de una cara de raja. Si, porque aunque el apodo vendría muy bien en este caso, la Ministra de Educación es una de las cara de jarra más grande que he visto en el último tiempo. Se ha escudado en la mala administración anterior, en los acuerdos fallidos de la Provoste y no ha logrado solucionar la debacle ideológica y educacional que nuestros salones de clases están viendo pasar frente a sus puertas. La LGE o Ley General de Educación, se suponía sería la llave del éxito educacional para Chile. Claro, porque luego de tantas manifestaciones, de tener a Chile de rodillas pidiendo que los pendejos volvieran a clases, se logró una comisión mixta con todos los integrantes de la sociedad que toman parte en la educación y se redactó el texto. El problema surgió cuando no se incluyeron varios tópicos como el fin al lucro en la educación, la liberación de la tarifa para transporte de los escolares y otros más que no perderé el tiempo en nombrar. La Ley como tal se está votando en el congreso, se le puso algunas modificaciones más por parte del gobierno, todo para que la ley dejase contentos a todos, pero hizo que todos quedaran molestos. Entonces volvieron las manifestaciones, las marchas, el guanaco, los alumnos golpeados, los profesores mojados y los personeros de gobierno haciendo la vista gorda. Y de todas estas vistas, la más gorda es la de la ministra. Esta rectora de una universidad sureña, la cual no dialogaba con sus alumnos cuando habían petitorios, es la misma que no conversa con los afectados por la LGE (perdón, pero... ¿quien hace el casting?). Entonces, fiel a su falta de oído, se ha dejado llevar por la pasión y simplemente no escucha a nadie.
Fue por esto que Música Sepúlveda (que gran nombre) tomó la ley por mano propia y cuando la ministra se negó a escuchar los argumentos nuevamente en una sesión de "diálogo" con los involucrados, Música decidió lanzarle una jarra con agua para que se despertara. Y el argumento es válido. Claro, porque cuando la autoridad quiere que los alumnos se calmen les lanzan agua. Y no es una agua limpia de jarra, sino una que viene de un guanaco o un zorrillo, las cuales no sólo dejan a mal traer a los manifestantes, sino también a los transeúntes que no tienen nada que ver. Y este gesto vale más que mil palabras, que cientos de manifestaciones o pancartas enfrente de la Moneda. Música supo en un solo movimiento interpretar a todo Chile.
Sí, estamos cansados de no ser escuchados.
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