Fue por esto que cuando dio la conferencia de prensa en su visita sorpresa a Iraq, uno no esperaba que la sorpresa se la dieran a él. Uno de los periodistas iraquíes, un joven de 25 años que trabaja para una cadena independiente, se enfureció ante la desfachatez con que Bush intentaba explicar que Iraq había sido un fracaso económico para USA. El "zapato volador" no se hizo esperar. El periodista agarró sus zapatos y se los lanzó hacia la cabeza con la furia contenida de toda su raza. Y cuando el acto de vejación máxima que un árabe puede darle a alguien (el golpear con la suela del zapato) estaba a punto de ser consumado, Bush usó un recurso que jamás le habíamos conocido: reflejos felinos. Sí, porque aunque nunca supo contestar una pregunta, dar razones de peso, manejar la política de su país o simplemente limpiar su escuálida imagen pública, ese hombre tenía el talento para esquivar proyectiles. Y eso no se lo esperaba nadie, porque a falta de uno, esquivó los dos zapatos, una hazaña que cerró con su frase "estoy seguro que eran talla 10" (talla 43 en chileno).
Que lástima, Bush. Ahora, cuando dejas el sillón presidencial, cuando la casa de gobierno vuelve a ser blanca (porque antes estaba roja de vergüenza), cuando se vislumbra el fin de la peor época de la democracia norteamericana, te vemos como un ser digno de admirar. Sí, porque demostraste en esta ocasión y con sólo este hecho, que un hombre sin cerebro puede manejar su cuerpo fantásticamente para esquivar un zapato.
Si sólo hubieses sido zapatero en vez de presidente...
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