Ratzinger, quien fue seleccionado como papa hace un par de años, tuvo la responsabilidad de reemplazar a quien fuera el papa más querido de los tiempos modernos: Juan Pablo II. Ése fue el papa que generó las mayores simpatías, pero que por otro lado, permitió que ciertas facciones de la iglesia tomaran un poder inusitado y desbalancearan la casa de dios hacia conductas basadas en el poderío político y económico, olvidando la idea principal del pontificado. Estamos claros que la iglesia no es una panacea de justicia y humanidad como ella misma profesa y se llena la boca para que lo recordemos a cada instante.El caso del papa polaco fue simplemente el mejor ejemplo del marketing que se haya visto en mucho tiempo. Si la Coca-Cola no hubiese inventado al viejo pascuero antes, seguramente habrían comprado los derechos de imagen y estaríamos llenos de fotos de Karol Wojtyla en los camiones repartidores.
El caso del papa alemán... Ratzinger... es distinto. Nadie lo quiso. Nadie lo aceptó porque su pasado era muy tórrido, lleno de hechos reñidos con la moral, partiendo por ser un niño uniformado de las juventudes nazistas (hay fotos al respecto) por ser uno de los obispos que más apoyó y protegió a quienes fueron acusados de violaciones y abusos sexuales, porque fue elegido en un cónclave que se suponía jamás le daría su voto, porque se parece al emperador Palpatine... etc.
Todos se extrañan por su dimisión, pero hay varios casos a través de la historia donde ha ocurrido... y todos se vieron obligados a hacerlo. Clemente I (del 88 al 97), Ponciano (230 al 235), Silverio (536 al 537), Celestino V, el pontífice del "gran rechazo", (29 de agosto al 13 de diciembre de 1294) y Gregorio XII (1406 a 1415) quien fuera el último en hacerlo.
Extrañamente éste Benedicto no es el primero en renunciar, ya que Benedicto IX (del 10 marzo al 1 de mayo de 1045) renunció a favor de Silvestre III y después retomó el cargo para pasarlo a Gregorio VI, quien fue acusado de haberlo adquirido ilegalmente y decidió también renunciar (un enredo de aquellos).
Lo importante aquí no es el hecho de la renuncia, si no lo que la produce y las consecuencias que traerá para la iglesia y sus feligreses, pero más aún para la credibilidad y el poderío que esta religión posee en el mundo político y económico. Las presiones de los grupos que buscan justicia contra tantos abusos por parte de los sacerdotes, quienes han creído y seguido a sus pastores, pero sólo han encontrado desazón y mentira. No podemos juzgar a toda la iglesia por la maldad y desfachatez de unos cuantos... pero el hecho es que son muchísimos más de los que se saben y ya los que se conocen son demasiados.
El juego de roles cambiará, esperando las reacciones de los líderes, los grupos, asociaciones y familias de poder... mientras los feligreses mirarán esperanzados de que el humo blanco traiga a un líder que les lleve como su fiel rebaño por la senda de la salvación. ¿Y que pasará entonces? Nada, porque la iglesia siempre ha mantenido a raya a su rebaño, sin cuestionamientos, sin libertades interpretativas de su doctrina, simplemente como un eco que repite incesantemente las plegarias mientras sus bolsillos se vacían en la gran olla de las ofrendas que mantienen el círculo vicioso de la esperanza en una salvación que nadie les puede garantizar..
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