Cada vez me parece más ridículo que en nuestro país se sigan violando los derechos del trabajador; hay leyes que permiten regular esta actividad mucho mejor que hace 20 años y no es posible que siempre el empresario se salga con la suya. Durante años trabajé en varios lugares donde se consideraba que el trabajo era casi un favor que se le otorgaba a uno y que debía una pleitesía única al empleador de turno y bajo la cual cualquier abuso era parte de la “camiseta puesta” que todos debíamos tener para con ellos. El trabajo hasta horas impensadas bajo las leyes, el trato inhumano y las condiciones de trabajo deplorables mientras ellos, los dueños de nuestras almas, disfrutaban de los beneficios sustanciosos de nuestro trabajo.
Así es como por trabajar 2 días y sus noches completos armando un evento o editando un video eran pagados con $8.000 que se suponían una “paga justa” sin derecho a viático ni alimentación, donde el trato era injusto y arbitrario a la hora de las responsabilidades y nadie nos protegía. El problema es que a la hora que mi sentimiento sindicalista reventaba y decía “denunciémoslos” o “no permitamos más esto” el resto se envalentonaba; pero al hablar cara a cara con el abusador, todos se desdecían y preferían agachar el moño para seguir con trabajo, porque “es mejor esto que nada”. Y he aquí la razón de los abusos reiterados: les permitimos creer que sin ellos no podemos vivir, que su dinero, escaso y pagado de mala forma, es lo único que nos mantiene con posibilidades de vivir en este mundo. Por razones obvias, siempre ganan. Por que la realidad es así; no hay forma de surgir si no se tiene los medios para ello. Y el truco es pensar siempre así, porque así se seguirán aprovechando de nosotros.
La sindicalización es mal mirada, una amenaza para el buen negocio. No es posible mirar un negocio como rentable si los trabajadores exigen jornadas justas y pago conveniente para los estándares de vida que tenemos. Y el empleado ve que no tiene por qué seguir trabajando arduo y por el bien de la empresa si los beneficios no llegan a él; entonces sacamos la vuelta, el trabajo es mediocre y la producción es muy mala. Y el círculo vicioso se repite una y otra vez, y los trabajos temporales no ayudan mucho a esta situación. Cada trabajo temporal es un trabajo sin imposiciones, sin un contrato que vele por nuestros derechos como empleados y sin ningún amparo ante la ley.
Hace unos años escuché la teoría que usaron los canadienses, seres iguales a nosotros con orejas y ojos y que piensan en forma bastante parecida a nosotros., para salir de la crisis económica y social en que estaban. Lo que hicieron fue subir los salarios de los empleados. Claro, aunque suene estúpido a ojos del negociante, al subir el salario el empleado tiene mayor poder adquisitivo, sus prioridades cambian y comienza a gastar en más cosas que antes. Por ende, el comercio surge, porque hay más venta. Y para suplir las nuevas compras tienen que recibir más suministros, por lo que las fábricas y empresas que los abastecen también surgen y el mismo empleador que subió el sueldo ahora gana más que antes. Todos son felices porque todos mejoran su vida.
Aquí en Chile se trajo a varios especialistas en el tema, muchos de los cuales participaron en este proyecto en Canadá. Pero Chile es distinto. Aquí el empresario usa la “Ley de la Puntita” esa que dice que mientras yo gane, el resto se pudra, mientras más meto la puntita, mejor, porque así siempre me salvo yo. Y por eso vemos casos como los de los inventarios a medianoche en los supermercados, los miles de trabajadores part-time sin imposiciones y la miseria en que todos nos estamos sumergiendo. Pero claro, los índices de crecimiento del país son mejores que nunca, las empresas crecen y la economía permite que el gobierno pueda decir que el país está a un paso del primer mundo... Pero nosotros no vemos esto. No podemos disfrutar de ninguno de esos pesos, porque nunca llegan a nuestros bolsillos, entrampados en inversiones futuras, coimas y sobresueldos, en mejorar las industrias, pero no a sus trabajadores. Y eso nos sume en una crisis que nos va dejando mal como sociedad.
Y no quiero vaticinar una catástrofe social, pero si las cosas continúan así, vendrá una revolución social como nunca antes, y ya no será como la revolución popular de la UP donde eran los pobres contra los ricos. Serán los intelectuales, los profesionales sin empleo, los trabajadores sin imposiciones, los profesores olvidados, los hospitales sin suministros y el pueblo, si, el mismo pueblo de hace treinta años, pero que ahora sabe leer.
Así que les pido, compatriotas, luchar para abolir esta “Ley de la Puntita” y todo lo que ella conlleva, para que todos tengamos oportunidad de vivir mejor.
Scowy
1 comentario:
la fucking puntita es algo que tambien se vive a diario, en mi pega vivimos haciendo el quite a los nunca bien ponderados "resquicios legales" para que el gerente no nos cague al hacernos trabajar feriados y fines de semana con la misma paga de un dia normal, y ni pensar en un aumento de sueldo, porque "una oportunidad debe agradecerse, no cobrar por ella" como si el trabajar de más y hacer la pega de otros fuese una oportunidad o capacitación gratuita...
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