Hace años que Chile tiene una enfermedad crónica: la estafa. Y no sólo hablo de tipejos inescrupulosos que engañan con el “pepito paga doble”. Hablo de los ladrones de cuello y corbata que hacen lo que sea por ganar muchísimos millones más de los que ya ganan. Y es una práctica que se vuelve cada día más común.
Parecían lejanos los tiempos de Dávila y sus robos en Codelco (aunque a todos nos pareció que sólo fue un chivo expiatorio), de los impuestos impagos de rostros televisivos, los contratos truchos de los malls y una suerte de avalancha de casos que se fueron destapando con la llegada de la democracia y la apertura de los medios de información.
El problema suscitado actualmente se lo debemos a quienes le hemos confiado nuestra recuperación en caso de enfermedades: las farmacias. Estos conglomerados que han crecido como la maleza, que nos han impuesto una suerte de sobrepoblación farmacéutica, donde cada 2 cuadras nos encontramos con una farmacia (de cualquier color) se han dedicado a concertar sus tarifas y elevarlas hasta un 300% y más. Es así como terminamos pagando $21.000 por remedios que originalmente costaban $7.000. Y todos nos dimos cuenta que los precios eran altos, pero pensábamos “uy, cómo estará de caro en las farmacias chicas”. Claro, porque nuestra enseñanza social nos indica que en esta economía de libre mercado, mientras más cantidad, menor es el precio. Pero en este caso, muchos remedios estaban 3 y hasta 4 veces más baratos en las farmacias de barrio que en las cadenas.
Otro aspecto es el cuerpo médico, quienes recetan tal o cual medicamento que el laboratorio les dice que tiene la formulación indicada, pero que jamás recentan el genérico, que hace exactamente lo mismo y por una fracción del precio. Así es como enfermos crónicos, diabéticos, etc, han tenido que dejar de comprar los remedios porque es imposible para ellos pagarlos. Yo mismo he tenido que pagar a veces una cuenta de 50 lucas por una serie de remedios, lo que para cualquier presupuesto es desmedido.
Este sistema siempre ha beneficiado al pez grande, pero ya es hora que nosotros, los pobres pirigüines del capitalismo, nos hagamos respetar. Debemos generar acciones legales para llevar a juicio a estos ladrones que además tienen la desfachatez de ofrece 1 millón de dólares para acción social cuando cada un granó casi 20 millones con estas alzas.
Si dicen que no se puede devolver, tenemos una chance. Nadie guarda las boletas, pero todos estamos inscritos para los famosos descuentos y quienes tienen AFP cuentan con otros descuentos que también se logran dictando el rut. Así que toda esa base de datos se puede usar para devolver los dineros que nos han robado con una sonrisa cínica detrás del mesón de cada una de esas farmacias.
Necesitamos exigir cárcel para los farmaceutas estafadores, una devolución completa de nuestros sobrepagos y una nueva ley que nos proteja de esta calaña que, aunque nunca dejará de existir, debemos controlar a como dé lugar.
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