Cuando un país se enfrenta a un nivel de división tal que pareciera que una revolución social se acerca y que si no hay cambios radicales el accionar de sus dirigentes se vendrá abajo institucionalmente, es cuando las ideas nuevas, los mensajes arriesgados se hacen parte del discurso y los ánimos se elevan en busca de un ideal utópico.
Las elecciones recién pasadas me dejaron con un sabor de boca muy amargo. Y no amargo como el trozo de chocolate bitter que me estoy comiendo mientras escribo estas líneas... al menos ese amargor es exquisito. No. Las elecciones me dejaron claro que Chile no tiene vuelta. No al menos en corto plazo.
Si antes sentía que era un país de latifundistas y peones, ahora creo que es de zorros y borregos. Y peor aún, el perro ovejero está coludido con el zorro para que los dos se coman una oveja al día y vendan la piel y la lana. Mi país es una ameba sin memoria, sin presente y sin futuro.
Es impresentable que habiendo tenido una cantidad impresionante de manifestacionies, de movimientos sociales, luchas por la educación, por la ecología, etc, al fin y al cabo nadie se arriesgara a cambiar nada. Yo jamás había votado. Soy hijo de la generación del NO ESTOY NI AHI que nos metieron en el adn que realmente no hacer nada era lo mismo que esforzarse, porque al final nada cambia. Y es muy cierto... para una sociedad como la nuestra. Ver proyectos como los de Claude, MEO y Sfeir perderse en la marea de un mar de votos sin razón ni pensamiento propio, manejados por una campaña comunicacional brutal y sin parangón, es darse cuenta que Chile se queja, pero no cambia nada. Y quienes quieran buscar un cambio serán siempre tildados de idealista y que eso no se puede hacer en la realidad. La idiosincracia del chileno pareciera ser el asumir y sólo asumir que comer mierda es mejor que no comer nada en absoluto. Y es ahí que encontramos la base del poder en este país. Las migajas, los bonos, el decir que Chile crece cuando los que crecen son los mismos de siempre y el pueblo sigue siempre igual, atorado de cuentas, deudas, enrrabiado con su jefe, con niños que no pueden pagar mejores estudios, con un sistema de salud que los castiga por estar enfermos... y al final votar para que todo siga igual... es una vergüenza.
Muchos dirán que no tengo derecho a opinar porque antes no votaba. Les diré que tengo todo el derecho a opinar porque vivo en este país y pago impuestos igual que ustedes. Y si nunca voté (y tal vez después de ésto no vuelva a votar jamás) es porque la clase política jamás me convenció, porque sé que son una tropa de ladrones. Por eso esta elección era tan importante para mí, porque las alternativas eran diversas, porque los discursos eran arriesgados, se buscaba un cambio sincero y puro. Y al chileno cagón le dio miedo como siempre. No vaya a ser que el jefe se enoje porque pedí que me subieran el sueldo... mejor no denuncio a mi marido que me golpea porque después igual me va a pegar y si se lo llevan preso ahí si que me mata... mejor no digo que abusaron de mi, porque no me van a creer...
Mejor no hablar de ciertas cosas, como decían los grandes de Sumo.
Realmente me harté del chileno miedoso, cagón y reclamón sin sustento. Hasta yo, el que jamás ha creído en la política, el que jamás votó, el que no estaba NI AHI, levanté el culo de la cama y fui a votar para ver si por una vez se podía hacer algo distinto en este país. Si marchaste por un mundo mejor, si gritaste por una educación gratuita y de calidad, si reclamaste por las termoeléctricas y las políticas ambientales, si te sentiste en contra del sistema completo y después no votaste para sacar a esos zánganos vende patria del poder, entonces no huevees los próximos 4 años, porque esos 4 años de la gorda serán por tu culpa, porque te dio lata, porque no era necesario, porque siempre ganan los mismos entonces pa qué, porque carretié hasta la hora del pico y quiero dormir...
La idiosincracia del chileno es ser idiota y sin gracia, esperando que la vida les cambie por arte de magia. No votaré en segunda vuelta porque ambas mujeres son lo más rancio de nuestra política. No votaré porque nadie me representa (nuevamente) y porque ya no le creo al chileno quejón, protestante y lanzado a las calles por cambios sociales. No les creo. Por un momento me ilusionaron, me hicieron creer que podría haber un cambio de mentalidad al menos, pero no. Eso no va a pasar.
Ahora a ahorrar plata, porque el aire enlatado va a salir caro.