martes, enero 24, 2006

Los arreglos caseros

Al parecer, mientras más edad tenemos, más presente se vuelve nuestra capacidad de adaptación a los nuevos hechos que aparecen en nuestras vidas. Un ejemplo muy claro es que cuando crecemos podemos entender mejor como funcionan las cosas y asumimos que un aparato u objeto se puede desarmar y volver a armar, cosa que a mis 5 años no entendía y rompía todos los autos de carrera a martillazos para ver al piloto que venía adentro...
También la estupidez se reduce con los años (espero), al poder decidir como arreglar el nuevo hogar. Porque como toda historia tortuosa que se jacte de sí misma, mi historia sobre la búsqueda de departamento llegó a su fin. Por esas cosas del destino pudimos encontrar el mejor departamento que nuestra capacidad monetaria nos permitía y, además, superó con creces el espacio que necesitábamos. El contrato se firmó con retraso, ya que el que vivía en el departamento no se podía ir hasta conseguir el préstamo con que compraría su nuevo departamento. Así nos encontró enero en el mismo viejo departamento, con las cosas embaladas, intentando hacer una cena decente con los platos que sacamos a duras penas de una caja.

Pero finalmente, el día llegó. El departamento se entregó la segunda semana de enero y pudimos comenzar con nuestra odisea. Si, una odisea. Porque además de sumar los ya 2 meses de búsqueda y el mes en que la mitad de las cosas estaban embaladas, hay que sumarle el fin de semana en que teníamos que terminar de embalar. Y por supuesto, el embalaje no se concluyó a tiempo y cuando llegó el camión de mudanzas todavía habían varias cosas que tuvimos que meter a la mala en algunas cajas. Dicen por ahí que está comprobado que la mudanza es una de las cosas más estresantes por las que pasa el ser humano moderno, después de la muerte de un ser querido o un divorcio. Y es que es así. Porque la mudanza no es sólo embalar. No. Hay que embalar, botar las toneladas de cachureos que uno guarda con los años, llamar a un camión, bajar las cosas hasta el camión, contar que no falte nada, mirar de reojo a los que cargan para que no se hagan los vivos con algo, mirar de reojo a los vecinos por la misma razón, subirse a duras penas al camión lleno, rezar porque en el trayecto los cuadros, la loza y los vasos lleguen sin romperse; bajar las cosas, volver a contarlas y por fin cerrar la puerta del departamento. Si eso fuera todo, bien. Pero no lo es, porque luego viene el orden de las cosas, la típica frase de “donde está esto” o “parece que no embalamos esto” o “la caja de la ropa no la veo”. Y el stress comienza su nueva etapa, donde las cosas que cabían en el departamento chico se vuelven incontables y por alguna extraña razón no caben en el grande.

Además, y esto es una mención aparte, está la limpieza del departamento al que uno llegó, porque siempre están sucios. El que nosotros ocupamos es digno de un análisis científico; creo que habían especies desconocidas de hongos en los baños. La grasa en la cocina, la alfombra con manchas, los hoyos donde estuvieron los clavos, el papel que se despega, las puertas que no cierran, las llaves que gotean, las lámparas que no están, los vidrios de las ventanas sueltos y por supuesto la infinidad de partes que uno no sabe dónde iban, pero que ahí están al fondo del closet. Creo que el momento en que uno empieza a respirar un poco más tranquilo es cuando por fin se arma la cama. El resto no importa, hay que descansar en algún momento.
Por supuesto, el departamento anterior nos penará al menos un mes. Las cuentas que uno cambió de dirección, pero que se facturaron antes y hay que ir a buscarlas, los gastos “correlativos” de los días utilizados que hay que descontar, la limpieza del departamento antes de entregar las llaves y la devolución del mes en garantía. Claro, porque a uno le cobran el mes en garantía de entrada, pero igual tenemos que esperar un mes para que nos lo devuelvan.

A pesar de todo, creo que el cambio quedó bien, el departamento lentamente está tomando su forma final. En algunos días más podré entrar por la puerta y decir por fin “hogar, dulce hogar”.

2 comentarios:

Marive dijo...

No me digai ná, que yo en una semana y media voy a estar igual...

yuyo dijo...

pablito, uuuff reflejaste perfectamente ese dia del cambio de casa...pero despues de todo es entretenido acordarse de "ese dia" y mirar tu depto ahora. pero bueno si te cambias otra vez de casa jejeje preparate mas de un mes antes y avisa jejeje ..cuidate nos vemos bye